domingo, 29 de agosto de 2010

Dura de entender


Desde que aprendí a leer me gustó comentar los libros que iba leyendo. Pero lo que no podía entender eran esos clubes de lectura. Además de que en general son más una excusa para comer masitas - tomar vino - chismosear - husmear la casa de los demás; me parecía que no es lindo eso de tener que leer el libro que en general alguien más propone, y mucho menos es divertido la obligación de tenerlo terminado para determinada fecha, al final eso es leer por placer?

Hasta que me di cuenta (recién ahora) que puede ser útil para casos como cuando necesitás comentar un libro y como suele suceder, pocas personas que conoces lo leyeron. Y las que lo hicieron seguro son aquellas con las que menos interés tenés de hablar en una reunión.

El resto no te deja meter ni medio bocado para que no le arruines la supuesta futura lectura de la mencionada obra. Aunque con toda probabilidad, en su vida vayan a leer ni la contratapa del libro en cuestión.

El otro día me preguntaron "Si hubieras escrito una novela, cuál pensás que te hubiera gustado escribir o cuál sería tu estilo?" (quitando a los clásicos) y me puse a describir cuál y por qué... aunque no del todo, porque el final si bien estuvo bueno no estaba a la altura, lo que me lleva a pensar que podría haber sido esta otra novela, que a veces la autora se enreda tanto en las frases como yo, y a diferencia de la anterior cuando llegó el final me sentí profundamente estafada, pero lo curioso es que media hora después había cambiado totalmente de opinión y terminó pareciendo totalmente original y válido... y así hubiera seguido con mi discurso si no fuera que alguno protestó que justo tenía que contar los finales (lo que en realidad no estaba haciendo tampoco). ¡Entonces no pregunten!

Tarde, como 29 años tarde pero entendí para qué sirven esos grupos de lectura, aunque dudo que sume a alguno de ellos.

[En este caso la etiqueta debería ser "Dudas (in)existenciales resueltas"]


sábado, 21 de agosto de 2010

Habitantes


Vino Dolor de cintura. Le gusté (hace mucho que no le gusto tanto a alguien). Llegó por recomendación de la familia paterna. Estoy más aterrorizada que si un pariente pesado pretendiera instalarse permanentemente en mi casa.

Por otro lado, Creatividad se fue de vacaciones. Ni siquiera me pidió la licencia pertinente, se las tomó nomás. No da señales de vida, pero aparentemente la está pasando tan bien que está considerando seriamente no regresar jamás.

Volvió Cansancio, esta vez trayendo cantidad de amigos de su mismo equipo. Como no podía ser de otra manera me tienen agotada. Estoy muy muy pero muy cansada.

Lectura regresó después de unas largas vacaciones; en cuatro meses apenas dio señales de vida, algo equivalente a una novela relativamente breve como para hacerse una idea. No sé qué bicho le picó, pero de repente ocupó buena parte de mi mesa de luz, de mi cartera y por supuesto, una porción interesante de mi billetera.

Broncoespasmo últimamente estaba un tanto adormilado. Bajo este panorama pensé en darle vacaciones a su acérrimo enemigo, el señor broncodilatador. Pero se ve que el primero se puso celoso (ojo, a mí me pasaría lo mismo si nunca tuviera vacaciones) y aprovechando la humedad del miércoles le hizo acortar repentinamente la licencia al segundo.

Otra que volvió a visitarme es una vieja conocida, mi amiga Irritabilidad. A esta altura no voy a negar que es una amiga, pero nuestra relación funcionaba mucho mejor a distancia. Espero que no pretenda quedarse mucho tiempo, porque pide exclusividad y lo logra tan bien que cuando ella está no hay casi nada que me venga bien ni casi nadie que me caiga bien; y esto me preocupa.

Teleadicta sobrevive a pesar de las vacaciones en el hemisferio norte bajo la forma de maratónicas sesiones de Mad Men, The Sopranos y The Tudors, logrando combatir eficazmente un posible síndrome de abstinencia aunque bajo serio peligro de crear nuevas adicciones.

Sueño debe andar con algún trastorno hiperkinético y oposicionista: a la noche no quiere venir aunque cansancio lo llame a gritos, y a pesar que le abro las puertas con otro tipo de ayuda también me rehúye; en cambio a la mañana no se quiere ir, aún cuando el despertador lo tiene a los saltos. Suele hacerme unas breves visitas a la tarde, va y viene. En escasas y afortunadas oportunidades tengo tiempo de prestarle un poco de atención en ése horario.

Por lo demás, los instintos vienen creciendo en forma sostenida: de supervivencia (no me bastaba luchar con un trabajo ahora lo hago con dos), asesino (contra las jefas), maternal (me la comería a besos ochenta veces diarias y otras tantas logra sacarme de mis casillas), femenino (la intuición ídem por fin me está sirviendo para algo)

En resumen en todas estas andamos. Lógicamente de todo esto se desprende que Escritora de blog sin sentido ni pretensiones se ha ofendido, se fue de licencia, o no puede contra tantos nuevos habitantes, la cuestión es que poco pide su lugar y yo, con tantos otros habitantes, apenas puedo ayudarla a respetar el lugar que supo ganarse.

A veces es agotador esto de estar tan habitado.

martes, 10 de agosto de 2010

Elemental....

Entrada no muy ad hoc para el día del niño...
no está bien (para la madre, claro)
que la niña tenga más lógica que su progenitora


La extensión de mi jornada laboral, sumado a que la señora que trabaja en casa no se está volviendo más joven cada día que pasa hizo imprescindible la búsqueda de otro par de manos que ayudara con las tareas domésticas más pesadas algunas veces a la semana.

Como me siento bastante incómoda cuando hay gente extraña tan adentro de casa, la tarea de encontrar la persona idónea no fue nada sencilla, lo que hizo necesario que extendiera mis redes por cuanto familiar, amigo y conocido que tuviera (o no) la paciencia de escucharme.
Supongo que fue en alguno de los muchísimos pedidos de recomendación a cuanto individuo que nos dirige la palabra se me cruzara, que María Clara escuchó y se apropió del vocablo mucama, que no se utiliza en casa para ningún otro particular.

Encontrada la persona idónea después de un par de dificultades, me sorprendo un día (de los que por casualidad yo estaba mientras se encontraba trabajando en casa esta buena señora) de escucharle decir a María Clara algo acerca de la mucama. No lo utilizó directamente para llamarla, ni siquiera estoy segura de que lo haya escuchado, pero me alertó.

Poco más tarde ése día tuvimos una seria conversación al respecto. Le indicamos que a las personas, más allá de la función que cumplen, las llamamos por su nombre. Que a Martita (la señora que trabaja en casa full time y que la cuida cuando yo no estoy ) le decimos Martita, y lo mismo debemos hacer ahora con Lili, del mismo modo que papi a Christian, Darío, Nicolás y Pablo (por nombrar a los que ella conoce) los llama por sus nombres a pesar de ser su jefe. Igual con Mara, la secretaria; o con el portero, a quien también llamamos por su nombre.

Aparentemente la lección fue comprendida.... demasiado bien!
Al día siguiente, cuando salíamos a la calle:

L: - Vení hija, dame la mano
MC: - No tenés que decirme hija, me tenés que decir María Clara.

Ahora no sé cómo explicarle que yo sí le puedo decir hija, sobre todo por el simple hecho que tengo 30 años más y no es tan fácil erradicarme la costumbre, por no mencionar el hecho de que a veces todavía la llamo bebé...

lunes, 2 de agosto de 2010

Celos


Siempre me consideré bastante celosa, ocultarlo calificaría directamente de hipocresía.

Algunos dicen que los celos son buenos, que son los que nos hacen poner en movimiento para alcanzar aquello que anhelamos.
Yo no estoy tan de acuerdo.
Y últimamente tampoco estoy tan celosa.
Porque los celos son parciales, y no es que yo sea imparcial, pero sí trato de hacer el ejercicio de ir un poquito más allá.
Por ejemplo:
¿Cuántas veces le envidiamos el novio a nuestra prima?
¿Y el sueldo a nuestra jefa?
¿Al vecino que se levanta a las once de la mañana, como temprano, todos los días?
¿El bebé a una compañera de trabajo?
¿El físico a alguna modelo?

Pero si nos quedamo pensando un rato, y sabiendo que no podemos hacer un collage con nuestros celos para obtener lo mejor de cada uno, sino que deberíamos aceptar toda su realidad (y no vale hacerse trampa a uno mismo y dejar de ver los defectos de los demás):

¿Seguiríamos envidiando a nuestra prima que a pesar del novio que tiene no tiene activa ni media neurona?
¿Nos parecería tan atractivo el sueldo de nuestra jefa teniendo que soportar que sus retoños estén hasta la coronilla de ella, contando con más de cincuenta años y teniendo que convivir con su propio caracter?
¿No nos levantaríamos de un salto a las 6:30AM de sólo pensar que no tenés trabajo y que esperás ansiosamente que venga el repartidor del supermercado para intercambiar dos palabras con algún otro ser humano?
¿Seguiría siendo tan adorable la idea de un bebé con un padre/marido hipermachista?
¿Aceptaríamos tener ése cuerpo de tapa de revistas a fuerza de no volver a oler siquiera jamás el chocolate y de verte perfecta sólo con photoshop?

Qué se yo, no es que varias veces al día no le envidie pequeños detalles a los demás, pero al final, mirando el cuadro completo, casi siempre termino eligiendo seguir siendo yo... aunque ésto último suene bastante grave.