viernes, 31 de diciembre de 2010

Deseos





Nuestras abuelas o bisabuelas, en su juventud, es probable que hayan soñado con máquinas que lavaban platos o ropa, caldo en cubitos, salsas en lata, frutas en conserva sin necesidad de hacerlas una misma, heladeras que se enfrían solas, sistemas por lo cuales no hace falta salir todos los días a abastecerse.
De la misma manera nuestros abuelos o bisabuelos probablemente hayan soñado con motosierras, frenos abs, teléfonos para usar en cualquier lado (o eso las abuelas más bien)


Ahora yo ando necesitando paciencia en cubitos, energía en píldoras (no, no me vengan con el Berocca Forte, Centrum, Supradyn y demases que ya los tomé y no sirven), buen humor en aerosol y alguna máquina que haga desaparecer gente indeseable, del trabajo especialmente.
Ah, también pisos autolimpiantes! No es sólo por comodidad, creo que nadie se da una idea lo que mejorarían las relaciones materno filiales con un invento de esa envergadura, sería un bien para la humanidad.

Pero como si llegara a pedir algo de todo esto para el 2011 hay altas probabilidades que el fin del año que comienza me encuentre altamente desilusionada, me conformo con deseos más clásicos y modestos: Que dentro de un año no falte nadie (y si alguien se quiere sumar, aunque de momento no lo esperamos será sumamente bienvenido), salud para todos... y por supuesto dinero para disfrutar mejor todo lo anterior! Pero que no venga acompañado de dolores de cabeza a nivel laboral, por favor.


Se extraña la recorrida por los blogs, y también escribir en el mío; pero ambos trabajos se ocuparon de que tenga suficientes problemas como para lograr que no tuviera energía ni para teclear tres letras seguidas. De hecho tengo que terminar una presentación para el viernes que viene (no sé a quién miércoles se le ocurre esa fecha para hacer presentaciones) y con tal de distraerme de eso logré retomar el blog (de algo tenía que servir tener una presentación un 7 de enero).

Además me estoy asumiendo como una "chica country", y aunque no entiendo cómo alguien puede someterse voluntariamente a hacer entre 60 y 90 kilómetros diarios, y a presenciar un accidente semanal en promedio, para verano no está nada mal.... mientras tengas algún vecino generoso con su wi fi o internet movil (hace como un mes que digo que me voy a ocupar hoy mismo... )

Por de pronto mañana no se olviden de comer doce pasas de uva pidiendo doce deseos (como siempre digo, en este hemisferio podrían ser uvas frescas y no pasadas no?) barrer para afuera para sacar todo lo malo y para adentro para atraer todo lo bueno, colgar un llave vieja en el arbolito para que se nos abran nuevos caminos, usar una bombacha o calzoncillo amarillo para tener suerte con el dinero, algo rojo para tener suerte en el amor, subir y bajar una escalera con una valija si es que pretenden conocer algún destino nuevo el año que entra... acabo de darme cuenta por qué hicieron que el 1º de enero fuera feriado, qué día más ocupado!
En su defecto, brinde con champagne, coman unas cerezas con helado, que al menos garantiza unos cinco minutos de felicidad.


Que todos sus deseos se hagan realidad.

¡Hasta el año que viene!

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Marca


¿Existen realmente frases que nos marcan?
De esas que pensamos "si no hubiera estado en ése lugar, en ése momento no la hubiera escuchado y no me hubiera marcado así" (para bien o para mal o para lo que sea).
¿No será más bien que muchas veces estábamos esperando esa frase y por algo cuando la escuchamos nos marca tanto?
Recuerdo que teníamos una profesora de música, tocaya mía, para más datos (lo que no es ningún elogio por cierto) que teóricamente era la mejor profesora de música del universo según profesores y padres. Como no podía ser de otra manera, los alumnos la odiábamos (y tengo la fuerte sospecha que el sentimiento era mutuo).
Aparentemente con ella de música aprendimos un montón. Poco tiempo después se reintegra el profesor titular, uno de esos bohemio-burgueses que había estado de licencia componiendo y viajando (nunca vimos los productos de ninguna de las dos experiencias... aunque vaya a saber, las del viaje por ahí no eran aptas para menores). Si nos dejamos llevar por la curricula, con él no aprendimos ya más nada, y puede ser bastante cierto, porque en vez del barroco, el romanticismo y los números de las sinfonías teníamos que escribir hojas enteras de qué música nos gustaba y por qué... y como sobre gustos no hay nada escrito, nunca podía estar mal. También mirábamos películas por el estilo (Amadeus a la cabeza) o hacíamos trabajos prácticos sobre Rock Nacional. Muy didáctico todo.

De cualquier modo, esto venía a cuento porque lo que más recuerdo de todas las horas de música (aburridas, divertidas, temidas, relajadas, como sea) es el comentario que hizo una vez éste profesor sobre los Beatles: él pensaba que su música era buena, sí, pero no para tanto. Lo que hizo estallar el fenómeno fue la combinación con la ideología que tenían, y que el mundo desde hacía unos cuantos años que estaba necesitando unos Beatles, y allí llegaron ellos a cubrirlo, casi por casualidad, o por una gran necesidad que había en la sociedad de un fenómeno semejante. Si más o menos hubieran cantado bien, en vez de escarabajos podrían haber sido moscardones , robles u hojas de alce... o sea que no era tanto que los Beatles marcaron una generación sino que toda una generación estaba esperando ser marcada por algo o alguien como The Beatles.

La semana pasada estaba en el banco, en una de esas esperas de una hora, fácil. Y escuché a una señora, que tenía mucha pinta de estar esperando para cobrar su jubilación, hablando con otra, en situación y actitud ídem, decirle "Si hoy hubiera podido elegir, no me hubiera casado joven. Es más tal vez ni siquiera me hubiera casado. Tanto sacrificio... para qué?".

No sé qué fue lo que más me impresionó: si que antes las mujeres no pudieran elegir, que no tuvieran oportunidad de ser independientes economicamente hablando, o preguntarme si casarse casi a los 30 es casarse grande, como me pareció en aquel entonces, o es casarse joven, como me viene pareciendo ahora.

O tal vez sea sólo que voy al banco unas 5 veces al año, e inconcientemente espero sacarle algún provecho extra a cada visita.


Y para reafirmar mi posición un poco más, me pasó de soprenderme con Ordinary World, escuchándola un día como música de fondo. Independientemente que le tenía mucho cariño porque acompaña mis últimos años de secundaria (y bueh, también me gustaba el hermano de una amiga que era fana, para qué mentir) me sorprendió lo linda que era. Desde ese entonces la llevo conmigo a todos lados, creo que en su momento no supe apreciar su perfección en todo sentido. O por ahí en esa época uno no estaba en situación todavía de apreciar sus letras. Hasta casi parece Gardel: cada dían cantan mejor. Miren sino:





Y como nota de color, de tanto escucharla hasta María Clara ya la sabe. En un momento que la estaba escuchando desde este mismo video en youtube por tercera o cuarta vez, con las imágenes de fondo incluidas, y en el minuto 4:21, cuando muestran a la novia de espaldas al son de "Is my woooooooorld", se acerca María Clara, señala a la novia, y compone su propia versión que dice "Is my wiiiiiiiiiiiife". Mientras le guste y no me pida nada pegadizo, que siga creando sus versiones libres, que además me hacen divertir.

Por si alguien se quedó con las ganas, o acaba de descubrirse también como fanático o simpatizante de Durán Durán, otra de mis favoritas:


miércoles, 1 de diciembre de 2010

A través


A raíz de la entrada anterior me quedé pensando en cuántas veces tener chicos, propios o cercanos "nos viene bien".
De ninguna manera estoy hablando de aprovecharse de ellos o hacerles un daño, simplemente de pensar cuántas veces los chicos nos facilitan algunas situaciones, que sin ellos serían casi imposibles, ridículas o poco naturales.


A la clásica imagen de comprar juguetes que nos gusten más a los adultos que a los niños que supuestamente serán sus destinatarios (que nadie me discuta esto, porque los fabricantes de juguetes saben muy bien quienes tienen la plata para comprarlos y no son los que miden menos de un metro precisamente) o llevarlos a ver Disney on Ice, Tinkerbell y espectáculos similares se suman otras en las que venía pensando esta semana.

El viernes por ejemplo fuimos tarde al supermercado, sin auto, pensando que eran pocas cosas que no me iba a dar trabajo traerlas yo misma. Como siempre no resultó así y mientras volvíamos con un minimercado a cuestas pensaba "qué bien me vendría ahora tener un bebé para cargar todas estas cosas en el cochecito".



Ayer nos citaron para entregarnos el informe anual de María Clara. Por pudor no me voy a extender sobre el mismo, pero todavía me pregunto cómo pasé por la puerta para salir. Minutos después, camino al trabajo pensaba "bueno, si no te elogian así tu trabajo, no está nada mal que te elogien así a tu hija". Sí, ya sé que en el Kinder Play de este año me porté considerablemente bien, que se vienen las encuestas de satisfacción a padres y demás. Pero dudo que nos digan nada que no sea cierto.



Por mucho tiempo suspiraba por tener una nena para poder comprarle toda esa ropa que uno mira en las vidrieras y a lo sumo puede comprarle a la nena de una amiga o prima (no tengo sobrinos). No digo que no lo aproveché, pero pensé que el periodo de gracia duraba unos cinco o seis años por lo menos. Resulta que desde que María Clara tiene dos que tengo que negociar con ella cada vez que compramos una prenda de vestir. Hasta las bombachitas. Ni que decir de la negociación diaria sobre lo que va a lucir ése día (y eso que la mayoría de las veces al jardín va con uniforme).

Este fin de semana estaba invitada al cumpleaños de una amiga newbie, de mi trabajo número dos. Lo festejaba junto con el de su hija que cumplía ocho, así que aunque ni yo conocía a su hija ni ella a la mía me invitó con María Clara, aunque me aclaró que entendía que las nenas no se conocían entre sí y que eran más grandes que María Clara y que no iba a conocer a nadie, así que si no quería venir no había problema. Cabe destacar que yo tampoco conocía a su familia, a sus amigos ni conocidos, más que a ella misma. En la plateada situación pensé que me venía muy bien tener una hija porque así al menos iba a tener con quien hablar de algo puesto que la cumpleañera no iba a estar todo el tiempo ocupándose de mi. Conclusión: Poco importaba que la mayoría de los niños tuviera cuatro años y una cabeza más de altura que ella, o que no se hubiera visto con ninguno en las cortas existencias de todos ellos. La vi cuando llegamos y después cuando logré encontrarla debajo de unas dos toneladas de maquillaje brillante con flores y mariposas. ¿La madre de la criatura que tampoco conocía a nadie? Bien, gracias.


Capítulo aparte merecen todas esas actividades extraescolares, con ballet, gimnasia artística, fútbol, rugby y artes marciales a la cabeza; que los niños realizan mucho más por deseos insatisfechos de sus padres que por voluntad propia. Y pensar que mi mamá no suspiraba en absoluto para que mi hermana y yo practicáramos danzas clásicas. Dios le da pan al que no tiene dientes!



Cruzando la vereda me acuerdo de las mañanas dominicales que había que ir a misa en mi infancia. Ir a misa un domingo a la tarde o el viernes a la nochecita es una cosa, y levantarte un día que podés seguir durmiendo es otra. Sumado a que la misa me parecía más aburrida (hereje! pero estamos hablando de mis épocas pre comunión y eso que la tomé bastante chiquita) encima en esas ocasiones mi madre nos ataviaba con vestiditos con punto smock igualitos, medias que pican y zapatos de esos que aprietan. Considerando que en general después había "reunión de primos" el atuendo formal molestaba aún más. También era aburrido esperar a que mi madre terminara de maquillarse con esmero, sin poder moverse una vez que había terminado de acicalar a su prole.
Pero lo más temible no era la misa en sí, para nada; sino lo que denominaríamos el After. Los saludos de aquí y allá, señoras en extremo perfumadas y con labiales que dejaban recuerdo con exclamaciones del estilo "¡así que estas son tus nenas!" "¡qué grandes que están!" "¡se parecen tanto a vos!" "¡Te felicito, están preciosas tus nenas!" y demás frases de compromiso por el estilo.

Nunca terminé de descifrar a quién pertenecían esos rostros desconocidos, ni por qué era tan importante saludar a gente que la gente menuda de la casa no conocía y de la que nunca había escuchado hablar.
Hace poco tiempo mi madre contó que cuando comenzó a circular por ése entorno que ella estaba embarazada por primera vez, hubo un rumor que no podía ser, que ya era grande para empezar a tener chicos. Mi mamá se casó a los 35, se ve que en esa época más de uno pensaba que ya después de eso no podías tener tu primer hijo, por ahí el quinto o el sexto sí, pero el primer no!
No eran las épocas de pantalones de tiro bajo o remeras con lycra, así que tuvo que esperar bastante para lucirse, pero finalmente llegó el día que fue a la iglesia "con toooda la panza" como cuenta mi mamá, y este grupo de señoras estas la miraban sin ningún disimulo, sin poder darle crédito a sus ojos.
Supongo que entonces no era casual que nos presentáramos, literalmente, como la familia Ingalls en la iglesia los domingos a la mañana. Lo que pasa es que cuando uno es chico es como decía Mafalda: uno agarró empezada la película, y casi nadie está dispuesto a contarte el principio.


¿Alguien suma al anecdotario alguna situación de haberle servido a sus padres o adultos cercanos precisamente por ser chicos? ¿O alguna vez te vino muy bien tener un chiquito cerca?