martes, 26 de enero de 2010

Delay

¿Vieron ése gran defecto que tienen casi todas las cámaras digitales?
Cuando querés dejar para la posteridad ése instante en el que tu retoño empieza a gatear resulta que desde el momento que apretás el obturador, hasta que el bendito aparato se decide a inmortalizar la imagen pasa que más o menos el bebé en cuestión ya aprendió a caminar también.


Así vivo últimamente yo. Con ganas de hacer cosas, pero sin ganas de ponerme a hacerlas; así que cuando finalmente las hago ya el escenario cambió completamente. Como no podía ser de otra manera, esto se extiende hasta éste espacio. ¿No me digan que soy la única que soñó con que algún día se invente algo que traduzca perfectamente nuestro pensamiento en un texto? (coherente si fuera posible) ¿Se imaginan lo útil que sería para dar exámenes? ¿Cuántas veces escribieron algo que al leerlo después se dan cuenta que no tenía la más remota similitud con lo que querían decir realmente? Al menos a mí me pasa siempre. Bueno, ésta vez no sé, pero solamente porque es evidente que no estoy pensando demasiado antes de escribir esto.

De todos modos, si no les pasó, no me voy a sentir sola. Me he comenzado a dar cuenta que todo el mundo funciona con un delay importante:

Hace pocas semanas, discutía con mi jefa sobre un informe: yo decía que había que considerar diez variables, ella que no, que con seis estaba bien, que no era un proyecto tan ambicioso, que el resultado no variaba, que no valía la pena demorarse con detalles. Cualquier explicación de mi parte era descartada, con ése movimiento de cabeza y ése suspiro que me enferma (y a todo ésto, nótese que era más trabajo para mí en definitiva); no hubo caso.
A los dos días la escucho cómo, café mediante, le explica a la gerente por qué vamos a hacer más extenso el informe, y aunque nos demoremos un poco más el resultado se va a lucir porque se va a notar la diferencia al incluir más variables.

Ya muy al principio de mi blog había mencionado que no me molesta particularmente que me roben las ideas; pero me acabo de dar cuenta que me molesta soberanamente que no escuchen lo que les digo (y con esto voy por mal camino, eso es evidente)

Otra de esta semana: Estamos en casa de mis padres con MC; ella hace un despelote de novela en el living y acto seguido se va a dormir. Madre pide, en su tono habitual (que no intento siquiera describir, porque me llevaría varios capítulos) que recoja que lo que dejó tirado MC.
Hago un entre y dejo una moraleja: Nunca vuelvas a vivir con tus padres, aunque estés temporalmente desmaridada y tu empleada esté de vacaciones.
Sigo; le respondo no me parece tan importante recoger todo, que no me siento bien (lo cual era cierto) y que de todos modos en poco tiempo más el living va a volver a ser el mismo despelote porque no terminó de jugar a lo que estaba jugando (tampoco es que venían las amigas copetudas a cenar, y las no copetudas, tampoco; no venía nadie). Esa sugerencia me valió media hora de un discurso (en otro tono que voy a obviar describir también) acerca del orden, el respeto, maternidad y crianza, amas de casa de los `50, la segunda guerra mundial y varios más que no llegó a detallar porque sonó el teléfono. A los pocos segundos (tantos como le habrá llevado a su interlocutor preguntar un clásico "¿Cómo estás?" o "¿Qué andabas haciendo?") el discurso cambió a: "Estaba recogiendo un poco el living porque MC anduvo jugando y la verdad que pobre Lola no se siente nada bien".
Tarde, y de otra manera (porque la idea no era que se pusiera a ordenar ella) pero finalmente se ve que captó la idea.

Ahora me quedé pensando si debería estar agradecida que al final me escuchan o seguir enojada porque me las hacen pasar mientras tanto.

Igual yo tengo mi delay también. ¿Quién no le empieza a dar la razón (aunque no se lo digamos abiertamente) a todos los que nos venían previniendo sobre los efectos del paso del tiempo?


Por no mencionar que a ésta altura, debería tener asumido hace más de un mes que en junio se me vienen los 34; algo sobre lo que suelo mentalizarme alrededor de diciembre; y no, éste año no hay caso, e incluso es probable que dentro de un año siga pensando que me quedé en los 33.

A todo esto, empecé a escribir éste post porque me estaba fijando qué cámara tiene menos delay para pedirle a F. que me la traiga... y ahí andamos hasta para elegir una cámara con poco delay tengo un delay importante.

Postdata: como no podía ser de otra manera, esto lo escibí ayer, y lo publico recién hoy.

domingo, 3 de enero de 2010

Un aplauso

Ayer mi hermana me comenta, toda entusiasmada y nostalgiosa: "en Mercadolibre están vendiendo un cochecito como el nuestro ¿te acordás?"







¿Qué argentino nacido y criado en los setenta no tuvo su cochecito Ruba?

A las pruebas me remito:



Primero y principal, lo que me inspiró la venta de semejante artículo es admiración. La persona ésta está vendiendo un cochecito de hace unos treinta años como si fuera el último modelo aerodinámicamente desarrollado por ingenieros del MIT para la marca más exclusiva de rodados infantiles a nivel mundial.

Después me quedé pensando ¿por qué no? Efectivamente el coche éste servía como moisés, sillita de paseo y función desconocida por muchos, butaca de auto, y el nuestro al menos aguantó a nosotras dos desde cero a más de dos años, y en seguida fue regalado para soportar vaya uno a saber cuántos críos más (eso sí, como se muestra en las imágenes periodicamente había que ir cambiándole la sillita)

Mientras, yo sigo pensando qué hacer con mis adorados Pliko y Caddy que siguen dando vueltas por casa aunque hace tiempo que están de licencia... y también me pregunto, más allá de toda la calidad italiana, diseño de vanguardia y materiales que teóricamente sirven para fabricar naves espaciales... ¿Aguantarán tantos pibes encima? Más allá que tal vez en ése entonces la gente no debía ser tan consumista como hoy en día, es raro pensar que en nuestra época el mismo cochecito servía para dos o más bebés, y ahora para un solo nene tengas dos o más cochecitos.

Eso sí, sospecho que este Ruba debía pesar una tonelada y media, aunque mi madre nunca se quejó de eso (sí que se le quedó enterrado una vez en la playa, pero a los actuales encima con lo que salen ni los llevás a la playa, por las dudas que no resistan la excursión).

Ahora me quedé pensando si felicitar al vendedor de Mercadolibre o a los argentos fabricantes de cochecitos nacionales de los setenta...