domingo, 25 de abril de 2010

Carisma

Para los que no me conocen por otro medio y alguna vez se preguntaron qué aspecto tenía mi bello rostro, me presento:

Hace unos días, conversando con una chica nueva del trabajo (Sorprendida): "Mirá vos, así que tu hermana es mayor.... yo pensaba que la mayor eras vos"
Yo (que me siento el ser más hermanomenor del planeta): "Qué raro!!!!!! por qué!!!!"
Ella: "y... no sé... será que siempre te veo con cara de........(cuack!)....... seria!" (le costó un poquito pilotearla)

Pero en definitiva, no debería ofenderme. Siempre y cuando todos los hermanos mayores reconocieran que tienen esa cara.

lunes, 19 de abril de 2010

¿El secreto?

no, no es el de Rhonda Byrne
aunque podría parecerse...
cada uno se hace responsable de sus decisiones



Hace unos días estaba en la sala de espera de un médico, intentando, además de hacer lo que se impone, o sea esperar, leer un poco.
En un principio tal tarea se vio interferida por la charla entre una anciana dama y otros dos o tres pacientes, todos en la misma situación. A medida que transcurría la conversación pasé del fastidio de no poder leer a escuchar descaradamente con genuino interés.
El punto de corte entre un estado y otro fue la siguiente expresión: "103 años". La mujer en cuestión tenía esa edad. Caminaba sin bastón y su discurso era más coherente que el del resto de todos los demás todos juntos (incluidos médicos y secretarias, huelga decirlo). Y ahí estaba, dando clases de cómo había llegado tan bien a tan longeva edad. Compartió con su auditorio su fórmula nunca mezquinada para la eterna vitalidad: hacer lo que a uno le gusta. O sea comerse un chocolate por día, trabajar si uno tiene ganas, y sino no, estar rodeada de los afectos, no hacerse demasiado problema por nada, levantarse a la hora que uno tiene ganas y hacer de las tareas domésticas sólo aquellas que nos gustan.
Contó también que su rutina actual incluye caminar por lo menos 10 cuadras por día, elegir sus propias compras diarias (vayan descartando discovirtual aunque tengan 60), mirar una novela y como mencionaba antes, cocinar, limpiar, etc, sólo cuando tiene ganas.

A todo esto, no sé si a ustedes les pasa, pero yo cuando estoy en una sala de espera y me hacen esperar más de tres minutos, empiezo a mirar a la demás personas, y comienzo a tratar de adivinar de qué padece cada uno, a ver si se corresponde con el mismo especialista que me toca a mí o a otro, y verificar si hay algún enfermo de verdad o todos parecemos más que sanos, como suele suceder.

En esta ocasión me he quedado patitiesa! Porque la mencionada señora, que podría reunir todas las patologías reales e imaginarias que nos aquejaban a los demás todas en su propia anatomía... consultaba al médico porque sentía que estaba oyendo menos! Cabe destacar que mientras se quejaba de ésto seguía conversando con la gente en un tono de voz perfectamente normal y comprendiendo a su interlocutor en su totalidad.
También se quejó que los últimos años estuvo necesitando una agenda como ayudamemoria y que se estaba quedando sin pelo. Qué triste es quejarse de lo mismo con menos de la tercera parte de la edad de esta señora.

Al rato es llamada por su médico. Se levanta de su asiento sin dificultad, camina derechita y sin bastón hacia el consultorio, dejando a su empleada y acompañante en la sala de espera y a todos los demás anonadados.

No pasaron más de treinta segundos desde que se cerró la puerta del consultorio con la viejita adentro que la empleada, cansada supongo ya de tanto discurso sobre el secreto de la buena vida, cuchichea por lo bajo a las tres mujeres que tenía más cerca: "es que además es virgen"

Menos mal que no existe tal cosa como el secreto para llegar bien a los 103 años porque si dependiera de nosotros, sería muy difícil elegir. Igual me arrepentí de no haberla tocado aunque sea... como para que me contagie. De última, aunque no creo en éstas cosas, por las dudas, no hace mal a nadie. Si total la virginidad, no me la iba a contagiar!

A veces es lindo que sea tarde para elegir, no?

martes, 13 de abril de 2010

Nostalgia


Un paréntesis de la onda positiva
no porque no siga, sino porque por hoy se impone una pausa.
Curioso que sea el mismo día
que debutó oficialmente el otoño.

Amor-amor tía-sobrina

El año 2000 comenzó en forma extraña. Venía de un 1999 en el que había tocado el cielo con las manos y hundido en las profundidades de un fiordo noruego, y todo en menos de una semana. Por supuesto que hoy pienso que ambas expresiones son por demás exageradas, pero intento relatarlo como lo viví en ése entonces.
Ése verano hubo muchas vacaciones, muchos sociales, la familia sacudida por el primer divorcio (horror-horror, igual que en el caso anterior, la expresión cabe sólo porque no sabíamos los que vendrían luego), se me ocurre que había mucha energía, supongo que no había que olvidar que también estábamos todos (o mejor dicho, la mayoría, como corresponde por el sistema democrático nacional) bastante optimistas con el fin del menemismo y supongo que con la euforia del número redondito en general.

Ese era el clima de hace justo diez años, sumado a un tema de salud que me había tenido bastante preocupada, y que afortunadamente acababa de descartar. No la felicidad completa, pero digamos que le poníamos garra, al menos es la sensación que me queda de esos primeros meses de ése año antes que todo cambie.

Hoy hace diez años de la muerte que más me dolió. En alguna oportunidad hablé de mis tías, mis tías sin hijos. Esta era una de ellas, y casi parte de nuestra familia nuclear. Dolió por eso y porque se fue sin despedirse. Por ahí es mejor, o no, en realidad creo que no hay mejor ni peor en estos casos. Algunos años antes había fallecido la única abuela que me quedaba (cuando nací tenía dos abuelas y una bis, o sea tres, cuando uno es chico no le busca tanto la lógica a la genealogía) en un proceso muy lento, que duró casi dos años. Los últimos tiempos fueron difíciles. Cuando finalmente falleció, otra tía (ex tía hoy en día, por lo que se hablaba más arriba) comentó algo así como "ella sufrió para que nosotros no tengamos que sufrir ahora". Como en un nacimiento, supongo, sea antes o después pero dolor siempre va a existir.

Yo pensé que después de diez años uno dejaba de extrañar, pero se ve que no, a lo sumo se extrañará un poco menos.

Además de extrañar, emocionalmente hablando, también me empezaron a extrañar aspectos de su vida. Si bien en ése entonces yo ya tenía 23 años, había muchas cuestiones que me parecían naturales y ya no.

Por ejemplo nunca se me ocurrió preguntarle por qué no se había casado nunca. Pocos meses después que falleciera, me entero (a través de mi mamá que le cuenta a una amiga nuestra o sea, evidentemente en esta familia algún problema de comunicación hay) que cuando la tía era joven "le habían elegido" un novio de una familia conocida, como se estilaba en aquella época (estamos hablando de fines de la década del 40 o principios de la del 50). Entre ambos jóvenes (adolescentes diríamos hoy) ya había nacido cierta simpatía mutua, cuando este muchachito no tiene mejor idea que dejar embarazada a otra chica, se casa con ella y ahí terminó la cuestión.

En la quinta con una prima encaramadas a los arcos de pino, allá por los años 40

Si a éste hecho le sumamos que un hermano le comió todos los ahorros de su vida en un momento y otro "hizo que le tuviera que regalar" un departamento de su propiedad me pregunto si no habrá pensado que ya nada bueno iba a obtener de los hombres.

Cómo decía, al final nunca se casó ni tuvo hijos. En realidad en esa época si no hacías lo primero era muy difícil lograr lo segundo. Repito, eran otras épocas.

Su último hermano nació cuando tenía unos 14 años y casi que fue más su hijo que de mi abuela; a pesar de haber quedado como la única mujer de los hermanos; y a pesar de que cuando nació quería devolverlo porque no era nena. Para ése bebé hizo comprar cuna y cochecito nuevo (en esa época se estilaba que el mismo sirviera para todos los hijos de la familia, y estaban diseñados para tal fin) le eligió el colegio ella, distinto del que habían ido los demás hermanos, lo mandó a la cultural inglesa desde los ocho años y movió cielo y tierra para que tuviera sus propios ingresos y no tuviera que trabajar en relación de dependencia, aunque ella siempre lo hizo así.

Entre él, y sus sobrinos luego, tal vez logró conformar un poco su instinto maternal.

También me quedé pensando en esta última cuestión. Hay que poder ser tan tía sin interferir con la madre de las criaturas; mucho más difícil cuando éstas últimas son cuñadas y no hermanas. Aunque mi madre la criticaba (y nunca viceversa) la relación fue siempre más que cordial entre ambas; y no recuerdo que pidiera mucho permiso para hacer y deshacer con nosotras.

A lo largo de todos esos años, y si bien en esa época gozábamos de vacaciones kilométricas, y parte de las cuales compartíamos, nunca faltaba que antes o después de las mismas (o antes y después) me fuera de vacaciones unos días a casa de la tía. De más está decir que vivíamos en la misma ciudad y que durante el resto del año el contacto era más que frecuente.

Muchas veces llamaba la atención, sobre todo porque no había chicos de mi edad. Supongo que se trataba de tomarme vacaciones de mi familia, en definitiva. Ni rozongos por parte de padres ni peleas con hermana, aunque algunas veces ésta me acompañaba.

Entrando al barco para cruzar a Uruguay (se ve que ya era mi destino)

Eran unos días para chicas solas, para conocer restaurantes, hablar de otra época, mirar fotos viejas, pasear, sentirme una princesa a la que la empleada preguntaba "qué va a desayunar la niña hoy".

En una de esas vacaciones-de-mi-familia me llevó a la peluquería donde por primera vez me plancharon el pelo (no era algo tan común allá por 1985), también me inició en el vicio de la manicura y en el amor a los cosméticos de Helena Rubinstein cuando el resto de las chicas todavía suspiraba por los colorama y los brillitos de labios con sabor a frambuesa del bosque o algo similar. Si al menos hubiera sabido la debacle que se venía y lo que me costó entrar en abstinencia de tales productos poco después.

Otra cosa de la que me enteré después que falleció: mi hermana me dijo que yo era la favorita. La verdad nunca lo había sentido así (al menos para disfrutar de ser la favorita alguna vez), y es otra de las cosas que no estuve atenta en su momento para saber si era realmente así; reconozco que para esto ser la más chiquita de todos los sobrinos ayudaba y mucho. Ojo, que para las comparaciones, también. No es que sea muy importante saber si era verdad o no lo que dijo mi hermana, simplemente no me la imagino haciendo diferencias. En cuanto a lo demás, hay que reconocer que existen las compatibilidades y que yo le dedicaba mucho más también. Pero me sigue llamando la atención que mi hermana estuviera celosa de mí respecto de algo. Todo un descubrimiento.

En ése tiempo que solíamos pasar juntas, me inició en el arte de disfrutar la revista HOLA!, el Selecciones del Reader´s Digest, aCronin, L.M.Montgomery, Jorge Isaacs, y sus libros de cabecera "M´hijo el dotor" y "Las llaves del Reino". Sobre todo del primero hoy me pregunto por qué. Cuando le pedías libros prestados su única condición era que "Las llaves del reino y M´hijo el dotor devolvémelos, el resto si querés quedátelos". Y lo decía en serio. De más está decir que me quedé con buena parte de su biblioteca (incluyendo, por supuesto, los citados ejemplares).

Huelga mencionar que bastaba con nombrar la primera sílaba de algo que uno anhelaba mucho para que antes de terminar de pronunciar la palabra entera ella ya te lo hubiera comprado.

Ojo, carácter no le faltaba: intentó conmigo otras técnicas un tanto discutibles como perderle el miedo a las palomas yendo al parque con una tonelada y media de alpiste, curar el asma con algo parecido a las flores de Bach o medio homeopático de dudosa procedencia, ahora que lo pienso; llevarnos a un profesor del conservatorio nacional a ver por qué poníamos la mano como empanada para tocar el piano o probar clases de flamenco. Incluso fue ella la que nos mandó a aprender a manejar. Si es por mi papá no aprendíamos nunca y a mi mamá le resultaba indiferente la idea. Varios años después me enteré que tenía esta fijación con que aprendiéramos a manejar desde chicas porque la primera vez que salió sola con un auto se quedó sin nafta, tuvo que llamar a uno de sus hermanos y no se animó nunca más.

Orgullo "tial" (¿por qué no, si existe el maternal?) junto al piano que posibilitaba las
vacaciones-de-mi-familia sin atrasarme en tan odiosa rutina

Sin embargo, supongo que se condice con la independencia que la caracterizó siempre.

Cuando tenía poco más de ocho años, un día le pidió a su madre que le dejara la plancha caliente para repasarse el delantal escolar. Resulta que tenía una compañerita, miembro de la más alta alcurnia argentina (¿existe tal cosa en realidad?) a la que todos los días le ponían un delantal impecable y extra almidonado. La tía no quería ser menos, y como en una casa con tanto varón no tenía mucho quorum para los delantales con las tablas paraditas con apresto se decidió a ocuparse ella sola. Lo que pobre no pudo calcular es que en una casa tan llena de hombres, por años cada vez que alguien necesitaba de urgencia una camisa, un pantalón o hasta un pañuelo era la indicada para planchárselo. Planchaba en forma admirable eso sí.


Poco después de terminado el liceo (en esa época las chicas no hacían la secundaria, iban al normal o al liceo), y el conservatorio, algo tan inútil como indispensable en esa época; se dispuso a seguir una carrera universitaria. Lamentablemente no logro ubicar si éste hecho se produjo luego de su semi-ruptura amorosa o antes. En ese momento las muchachitas no eran tan bien recibidas en la universidad y mucho peor era recibía la idea por parte de los padres. Por lo tanto, cursó meses, no logro recordar si no llegó a completar más de un año así, argumentando que iba a visitar amigas o a mirar vidrieras. Hoy en día las chicas en general hacen al contrario, pero esa es otra historia. El problema se le presentó cuando empezaron las prácticas y exigían que fueran vestidas con guardapolvo y zapatos blancos. No le quedó otra opción que sincerarse: "Papi, estoy yendo a la facultad, me piden delantal y zapatos blancos. Delantal tengo el del colegio, todavía sirve, pero zapatos no...." Hay que reconocer que supo a cuál de sus padre dirigirse en forma exclusiva, y el modo de hacerlo con lo cual obtuvo una cifra cercana al equivalente a una docena de zapatos y delantales.

Apenas recibida (esto es durante un lunch que se hacía como despedida de pasantes) le ofrecieron su primer trabajo. Y desde ahí que no paró. Llegó a tener dos trabajos incluso, pero tuvo que dejar uno cuando la madre se enfermó porque "siempre tiene que haber una mujer en casa" y por una cuestión de horarios tuvo que ser el que más le gustaba de los dos. Ya jubilada, lejos de sentir rencor por la parte que le tocaba por ser mujer reflexionó que "mejor así, tuve que esforzarme más y supongo que llegué más lejos de lo que hubiera llegado si me hubiera podido quedar con el otro".

Sin falsa modestia, se enorguellecía que todo lo que había logrado a nivel laboral fue por mérito propio y no por ningún acomodo, que en ése ambiente era más que habitual.
Hoy muchas veces pienso en eso, y aunque me queje en varios idiomas y siga sin ser justo que otros obtengan las cosas de arriba, al menos agradezco que sé lo que es sentir la satisfacción que aunque los logros sean muy pocos, son nada más que míos y no le debo nada a nadie.

Entre sus logros también se contabilizan sus amistades (ininterrumpidas desde el momento de su inicio, algunas desde el colegio... otra que facebook!), haber podido conocer el círculo polar ártico (tenía una fijación con el tema, supongo que siempre tenía calor... y por supuesto fue sin campera! - era verano, eso sí), ser elegante sin teñirse el cabello (otra cosa que vivía como natural y hoy me pregunto por qué siendo tan coqueta cómo era se negaba terminantemente a teñirse) y llevarse bien con casi todo el mundo (cualidad que evidentemente no heredé o no me transmitió, y eso sí que me hubiera servido mucho más para la vida que aprender a distinguir el cuero de verdad de la cuerina, como por supuesto me enseñó).

La última foto, natural, un mes antes.

Una última cuestión que me llama la atención diez años después. Durante años, muchísimos, una vez por semana iba a un grupo de estudio de la Biblia. Los últimos años no fue más. Ahora por más que lo pienso, no me acuerdo haber hablado gran cosa de religión con ella. Iba a la misma iglesia que nosotros y punto. Hoy me pregunto si fue una persona de mucha fe, si al final se desilusionó o después de tanto tiempo ya sabían más las alumnas que la catequista; o si era una excusa para pasar el tiempo y reunirse a tomar el té y comer cosas ricas. Hoy me hubiera gustado preguntarle qué pensaba de todo eso.

Como evidentemente intenciones de resumir no tengo (aunque de más está decir que para una vida sí es más que una síntesis) sería totalmente ilógico que terminara con un "para resumir"; pero digamos, para cerrar, una anécdota y una frase que la representa por completo:

En una ocasión, estando de vacaciones recorriendo España con una amiga, pasan una noche con la familia de esta última. A una prima de esa casa le bastaron esas pocas horas para calarla a fondo (convegamos que los españoles para esto son genialesson geniales) y obsequiarle a mi tía como recuerdo - consejo una mayólica, que conservó en su escritorio hasta el final, que rezaba:

"Gástate en juergas y en vino lo que has de dejar a tus sobrinos"


A esta altura, huelga decir que jamás le hizo caso.
Como la cargábamos con otra frase popular: "A quien Dios no da hijos, el diablo le da sobrinos"

jueves, 8 de abril de 2010

Problemas que no tengo


Para continuar en mi línea felicidad-positiva-como-se-diga; por una vez en vez de quejarme de problemas que sí tengo, o problemas que le envidio a los demás, me di cuenta que hay una serie de cosas que no significan un problema para mí.

El otro día se cortó la luz en casa a la mañana. Me di cuenta que, al contrario de la corriente actual, mis mañanas están muy poco "electrificadas". Por empezar, al despertador digital no lo pongo más, sólo sirve para saber la hora en lo profundo de la noche. Lo único que me despierta es la alarma del celular, y como lo dejo cargado de la noche anterior, no hice la gran "mi pobre angelito" ni me quedo sin celular durante el resto del día. Me maquillo poco para ir a trabajar, más de memoria que ocultando imperfecciones, y para lo demás, alcanza con la luz natural, incluso para ponerse los lentes de contacto.


Otro problema que no tengo es prepararme el desayuno. No sé muy bien por qué motivo, tal vez porque a esta hora estamos muy dormidos para manejar cocinas a gas o cuidar que no se llegue a hervir la leche o se quemen las tostadas, pero he notado que el desayuno se ha vuelto completamente eléctrico: cafetera, microondas, tostadora, sandwichera para los más afortunados. Como yo no desayuno, me importa bien poco.

Pilas recargables no uso (muy mal, muy antiecologico lo mío) así que mi mp3 anda igual.
Reconozco que me da un poco de pereza bajar las escaleras, más que uno a esa hora todavía mucho no coordina, pero peor sería tener que subirlas. Ahí sí lo pensaría seriamente.

Por una vez, resulta una ventaja que en general nunca me lleve el auto porque habría que abrir el portón a mano o pedirle al encargado que lo haga, así que tampoco tengo ese problema.
No suelo llevarme la notebook al trabajo, así que tampoco tengo el problema si se cargó o no (igual con lo que dura la batería...)

En cambio a la noche, sin tele, sin luz para leer, sin compu, eso sí que es trágico. Crucemos los dedos que por suerte hace mucho que no pasa.

Y siguiendo con lo mismo y también con la entrada anterior, ya no me representa un problema que la jefa al cuadrado me quiera comer cruda. El lunes ya me tiró un par de tarascones; yo cuatro.


Desde entonces nos movemos coreograficamente para no coincidir en un mismo espacio físico durante más de 10 segundos... supongo que la situación así no se puede sostener mucho tiempo; mientras calculo que este año en vez de contra la gripe me van a mandar a vacunar... contra la rabia! Pero mejor eso que andar llorando por los rincones.

Por último, otro problema que no voy a tener esta temporada otoño invierno es que me falte algo. Ando de compradora compulsiva; y de más está decir que eso no representa un problema para ninguna mujer que se precie de tal.


A ver cuánto me dura.

jueves, 1 de abril de 2010

Reconfortante

Huelga decir que nada tiene que ver con la familia Fort...
salvo por los marroc, tal vez...



Para terminar / comenzar bien el mes, o porque se impone que al menos una entrada mensual sea optimista.

Seguramente no es el post más políticamente correcto para un Jueves Santo (al menos no es Viernes Santo); pero siempre es mejor hacer estas listas pronto, así cuando necesitemos volver a tener una sonrisa en la cara, sea recordando los hechos o recordando cómo uno puede ponérsela en la cara está completa y a mano.

Situaciones reconfortantes de los últimos dos días:
  1. Coincidir con tus compañeros de trabajo que a la plana mayor le falta más de un tornillo... aunque sea una triste realidad siempre es divino tener razón.
  2. Que la jefa de mi jefa, que me quiere comer cruda con papas, no haya venido a trabajar (se nota que fuera del cansancio, no es el trabajo en sí lo que me molesta)
  3. Darme cuenta que soy buena Coach (sigo maravillándome con esta terminología pseudoexitista mediática) . Ojo, soy buena para entrenar a las futuras generaciones a no dejarse pasar por encima y tal vez no mucho más, pero a esta altura me doy por muy conforme logrando tal objetivo. Igual reconozco que las jóvenes generaciones no vienen tan inocentes como en nuestra época (y sí, mal que me pese pasaron bastantes años laburando allá, al menos para la cantidad total de años que tengo)
  4. Tener un cliente (una en verdad) que te pide para toda la tarde y te libera a las 14.
  5. Almorzar en Patio Bullrich como si no tuviera nada mejor que hacer en todo el día.
  6. Mirar vidrieras en Patio Bullrich tal como si fuera una criatura en Walt Disney World; y confirmar que definitivamente tenía razón: no soy yo, la ropa en general está viniendo fea, y el hecho que haya lugares donde todavía me compraría todo lo confirma (el tema es que aunque uno vendiera hasta su alma, aunque no creo que a nadie le interese mucho la mía, no podría comprarse ni la cuarta parte, pero es otro tema).
  7. Un auto-regalo de Ile de France
  8. Ir a hacerme las manos, o mejor dicho, que me hagan las manos
  9. Un tratamiento facial en gabinete; hace más años de los que prefiero recordar que no me hacía uno. Qué lindo no tener nada más que hacer que dejarte mimar la cara (y eso que viene de alguien que no es muy afecta a que la toquen extraños, pero no hay caso, el que sabe, sabe). Realmente no entiendo cómo uno no va más seguido: además de quedar con cutis de porcelana, la esteticista, cosmetologa o ocmo se llame, no sólo escucha todos tus problemas... sino que te elogia y que te da la razón! Habría que pnesar seriamente en cambiar la terapia psicologica por terapia estética.
  10. Shopping de cosméticos, shopping de mimitos para la piel, shopping de libros
  11. Descubrir el Clayeux Maëlle para regalarle por-ninguna-ocasión-en-especial a MC, que además de oler riquísimo ya era hora de reemplazar a los más infantiles Kaloo (me da un poco de pena, pero ya eran muy de bebé)
  12. Encontrarte con una muy amiga en la calle de pura casualidad y que las dos tengamos tiempo de ir a tomar algo. Y de paso saldar la deuda de todo porteño que se precie de tal y conocer el Café de los Angelitos.
  13. Encontrar un empleado de farmacia competente (empleada para ser más exactos).
  14. Volver a casa y sacarse los zapatos (Sonrisa reconfortante por favor, se impone por sí sola)
  15. Volver a casa y abrir una coca bien helada (Cuando puedan avísenme dónde paso a cobrar por la PNT)
  16. Darse un baño de cerca de una hora de duración (ecologistas no me linchen) con todos esos productos que nos gustan y nunca tenemos tiempo de usar.
  17. Descubrir que no todo está perdido. No al menos el Mantecol de nuestra infancia, aunque pasó a llamarse Nucrem. Sí, sí, yo recién me entero.
  18. Dormir la siesta, y seguir durmiendo a la mañana.
Por supuesto todo lo expuesto anteriormente es posibilitado, tanto en su desarrollo material como en el disfrute espiritual por:

19. La felicidad post-entrega. Todavía me sigo preguntando qué sentimiento es más intenso si la angustia pre o la felicidad post. Yo mientras la disfruto claro está, pero me gustaría tener en claro para saber si vale la pena en un futuro. Es un sentimiento curioso esto de la "satisfacción por el deber cumplido" porque en realidad lo que terminé entregando dista bastante de lo que me hubiera gustado, y cada tanto me asalta el "¿y si me lo rebotan?"... pero al menos cuento con la tranquilidad de estos cuatro días
20. Precisamente, estos cuatro días casi libres, aunque más no sea para releer la lista y repetir, o mejor aún, extenderla.

Igual tengo la espinita clavada que la semana que viene la gerente sí me va a comer cruda con papas(natas?... eso no estaría mal, sobran!); pero razón de más para disfrutar estos días e inventariar cosas nuevas por si pintan unos nubarrones negros la semana que entra.

Se impone un ¡Muy Felices Pascuas! junto con el nunca bien ponderado último ítem:

21. Abrir y comer huevos de chocolate (gallinitas y conejos también sirven)