Se supone que es hoy, pero no, yo pasé mi "noche de terror" y por duplicado, como si fuera poco, así que espero no repetir.
Yo era de esas madres que se vanagloriaban de no haber tenido la experiencia de que su bebé se caiga de su cama. Ni de la cama, ni de ningún otro lugar similar, ni ningún otro golpe en la cabeza que recuerde, y para que precisamente yo no lo recuerde definitivamente tiene que haber sido muy suave. Como decía yo era una de esas personas. Ya no; pero curiosamente no porque María Clara se haya caído de ningún lado.
Cuando un hijo, menor o única como la mía, pasan la barrera de los dos años y luego se van acercando a los cinco creo que no es muy desubicado pensar que las épocas de ir a la guardia a las tres de la mañana una vez por mes (o semana) ya van quedando en el olvido. Lo que uno, o yo por lo menos, no toma en cuenta es que a medida que decrecen las visitas a la guardia a horas insólitas, inversamente proporcional es la medida en que crecen las urgencias por parte de nuestros padres.
Jueves 2:17 de la madrugada. Mi madre: "Aaaay tu padre acaba de caerse". Situación: Marido en Brasil, Hermana en algún recóndito rincón sudamericano donde es imposible detectar la menor señal de telefono celular (y su jefe sigue coqueteando con la idea del teléfono satelital sin llegar a concretar nunca); Hija durmiendo plácidamente.
En otro momento hubiera reaccionado de distinta manera, pero recordemos que estabamos sugestionados por los recientes hechos, así que la única opción posible me pareció ir. A pesar que no soy médica (justo yo!), mi madre bien puede llamar a un servicio de emergenicas y aunque me demore diez minutos como mucho a esa hora; si uno no puede llegar en diez segundos es casi lo mismo diez minutos o ciento diez. En un instante uno termina de entender que ya no sólo es hija de sus padres sino también progenitora... sin preparación y con unos padres-hijos cuales díscolos adolescentes.
Alzo a mi hija totalmente dormida y en esos escasos dos minutos entre sacarla de la cama y subirla al auto voy pensando qué grande que está MC: ya está grande para que yo la lleve en brazos; y también para sacarla a la calle en pijama.
Afortunadamente cuando llego lo encuentro totalmente conciente y casi incorporado. La parte desafortunada de esta misma situación es que a mi madre se la ha pasado el susto y ahora relativiza la urgencia de ver a un médico: "y cómo lo vamos a llevar..." (escuchaste hablar de auto? me acabás de hacer venir en uno... y si es necesario hasta en carretilla) "pobrecito, a ver si lo internan" (porque el resto de la gente, incluyendome, se internan por gusto nomás); "esperemos que se haga de día y hablo con los médicos de él". Sería el susto que traía encima, o tengo que reconocer que con mi madre no puedo, pero como sea la cuestión es que le hago caso.
Fueron cinco horas literalmente de terror, pensando permanentemente que algo podía pasar, que si se dormía podía no despertarse, que tenía nauseas, tratar de mantenerlo despierto cuando está más fastioso que un recién nacido. De hecho me ponía a pensar y ni cuando nació MC estuve una noche entera constantemente a su lado aunque fuera para controlar que respirara.
Llega la mañana y pareciera que los fantasmitas se esconden, todo parece relativamente normal. A las siete y media mi madre se decide "bueno, mejor llamamos a la emergencia no?... pero mejor esperá a ver si vienen en seguida, mejor primero me baño" (tuvo cinco horas para bañarse).
Por supuesto que si alguien se cayó hace cinco horas y recién llamás ahora, lo menos que le van a dar es prioridad. Vino una doctora, que al menos parecía haber festejado ya su trigésimo aniversario de vida, y fue más o menos como si hubieramos recibido visitas: que si le dolía se tomara un paracetamol, o un ibupierac (si esto es lo mejor que puede hacer, apuesto que de analgésicos sé muchísimo más que ella). Moraleja: No volver a pedir médico a domicilio.
El día transcurre con relativa normalidad, llego a trabajar casi al mediodía, MC al jardín un rato antes. A la tarde me hacen una observación muy curiosa cuando cuento el episodio: "Me parece que tenés algunas dificultades en ponerle límites a tu mamá" (¡Absolutamente cierto!).... Y gente que entiende un poco me indica que definitivamente es algo para controlar al menos. Vuelvo a casa de mis padres a la hora de la cena. Mi papá no ha comido nada en todo el día. Con sólo ése síntoma es motivo para que vaya directamente a terapia intensiva. Además de todo, casi en ayunas tiene la glucemia por las nubes y un poco de temperatura. La cabeza le sigue doliendo en lugares insólitos.
Esta vez sería el cansancio, o defenderme de lo indefendible, pero otra vez cedo a los razonamientos de mi madre "y... a esta hora en la guardia qué van a hacer..." (una tomografía, por ejemplo), otra vez el "pobrecito, a ver si lo dejan internado por cualquier cosa" (sí mami tenés razón, con golpe en la cabeza o sin, en esta familia motivos de interación nunca van a faltar, está a la vista) que en definitiva "después de este tiempo se hubiera visto si era algo grave" y finalmente cede en "mañana a la mañana si sigue así lo llevamos".
Otra noche de terror, al menos intentamos dormir por turnos.
Amancece, me apresto para la famosa visita a la guardia. Mi madre amenaza con no cumplir su promesa, finalmente decide desempatar. A eso de las 7 (AM!!!) llama a su médico de cabecera (si, evidentemente mi madre no tiene demasiados reparos en cuanto a horarios con ciertas personas, especialemnte si son médicos o hijos suyos) a quien hace unos tres años demonicé totalmente al punto de llamarlo "el muñeco maldito". Esta vez me dio la mano, y ordenó una tomografía para ya mismo (o para ayer, mejor dicho).
De nuevo la luz del día hace que se escondan los mosntruos: mi papá parece de mejor ánimo, no tiene fiebre y la glucemia está volviendo a sus parámetros normales; hasta el dolor de cabeza parece haber cedido un poco.
En menos de una hora desde que llegamos a la guardia, lo ve el médico, le hacen la tomografía y vuelve. En el interín , observamos de reojo el funeral de Kirchner y hacemos planes para la tarde: conversamos sobre algún restaurante donde podríamos ir a almorzar (después de esas dos noches, pensamos que lo merecemos) , y que si papi se siente bien, mi mamá también tiene ganas de ir a la fiesta de Halloween del jardín.
La ilusión duró pocos minutos: en seguida nos llama el jefe de guardia y diagnostica: Fractura de craneo (a la altura de la parte superior de la cabeza, no recuerdo el nombre), Hemorragia Subdural aguda, o sea para decirlo menos elegante, sangre en el cerebro, y también en no sé qué ventrículo y en la cisterna magna (vieron cuando alguien dice "no sé qué tenés en la cabeza?" Definitivamente creo que la mayoría no tenemos la menor idea, o acaso cuántos sabían que dentro de nuestro cuerpo, y en la cabeza precisamente, tenemos una cisterna?).
A veces no es tan hermoso tener razón después de todo.
Conducta: Internación en terapia intensiva y consulta con neurocirgía (y atención del ataque histérico de mi madre, por supuesto).
A partir de ahí, una rutina que lamentablemente conocemos bastante bien: visitas dos veces por día, con un intervalo insuficiente como para hacer algo productivo entremedio, pero que se interminable esperando allí mismo. Muchos sillones, muchos televisores que no dejan de transmitir el cortejo fúnebre de Kirchner. Seas ultraoficialista o el más acérrimo opositor creo que es lo menos indicado para poner en la sala de espera de una terapia intensiva no?
Informes médicos exiguos, por no decir nulos, familiares que salen llorando, las cosas de las que te vas enterando por conversaciones telefonicas de allegados de otros pacientes.
Hoy ya pasamos a nuestra conocida terapia intermedia. El clima es otro y se nota, casi parece una habitación en sala común y aunque parezca un detalle insiginificante eso ayuda y mucho. De todos modos hago un recorrido visual por todas esas pseudo habitaciones, relacionando internación con número de habitación y me doy cuenta que tristemente sólo en esa terapia intermedia mi padre ha ocupado en alguna ocasión las dos terceras partes de las habitaciones (espero que no haga cartón lleno!)
Lamentablemente a los médicos de guardia se ve que les han enseñado un sólo diagnóstico: "Está estable".
Estos dos últimos hechos los leemos como algo positivo y esperamos que no sea necesaria una cirugía.
Pero ya nos pasó una situación bastante similar, de esperanzarnos el fin de semana y el lunes encontrarnos con un baldazo de agua fría.
Por eso repito: Ya tuve suficiente halloween por este año. No necesito otro. De hecho la única parte linda de Halloween, la fiesta en el jardín, me la perdí. Algunas veces está bueno esto de haberse casado con un hijo único, no es lo mismo pero hasta mi suegro fue a la fiesta, algo que escasamente debe haber hecho con su propio hijo.
Mientras tanto en el jardín ya mandaron las preliminares del Kinder Play anual a fin de año, a K3 le toca animalitos de no sé qué ecosistema africano y en lugar de preguntarme cómo voy a disfrazar a mi hija para su acto de fin de curso me pregunto de qué me voy a disfrazar yo para llegar a fin de año.
Cuando coqueteo con la idea de tener otro hijo, y me doy cuenta que escasamente puedo con mi hija y mis padres me pregunto en qué estaba pensando... la expresión no es la indicada pero momentanemaente tengo vedadas otras tales como "no sé qué tenía en la cabeza" o "me rompi la cabeza pensando...".
Al menos si me parezco a mi papá tanto como dicen, se ve que en definitiva tan cabeza dura no somos.