lunes, 2 de junio de 2014

Smith & Wesson



Yo cumplí treinta años dos veces.  En realidad tres, si contamos en la que verdaderamente cumplí treinta. Considero que la primera vez que cumplí treinta fue en mi vigesimoctavo aniversario.  Así como en 1998 repentinamente me di cuenta que no faltaba nada para el nuevo siglo (a esta altura se habrán dado cuenta que no estoy hablando de tiempos cronológicos ni lógicos) el día que cumplí 28 repentinamente me sentí de treinta.  Hasta los veintisiete fui una feliz veinteañera (no me traumé demasiado con el tema de la maldición de los veintisiete...  será que nunca fui famosa!) y al día siguiente era una experimentada treintañera.  Creo que el factor que más incidió fue el hecho de darme cuenta que había miles de cosas que ya no iba a lograr antes de los treinta (aclaro: en el interín me casé y me embaracé...  espero que mis respectivos marido e hija no se me ofendan y entiendan que estoy hablando de otros aspectos).  La última vez que cumplí treinta fue a mis treinta y tres como contaba acá, y es el estar plenamente conciente de empezar a acordarte cosas que pasaron hace treinta años.  En el medio cumplí treinta, pero treinta en serio;  y creo que no me afectó demasiado.  Estaba embarazadísima, saliendo de una internación por amenaza de parto prematuro; peleada con mi jefa de aquel entonces (cualquier correlación entre los hechos no es mera coincidencia).  Estaba contenta, sí, pero entre que ya hacía dos años que tenía asumidos los treinta y que no era el mejor momento del embarazo (y que el mejor regalo que me podían hacer era ropa premamá) casi que descubro la fórmula para no sufrir la crisis de los treinta.  La patentaría, si fuera buena.
Y ahora resulta que mañana cumplo 38.  Estoy haciendo trampa y escribiendo un día antes, cuando salga esto va a ser mi pleno cumpleaños, el 2/6/2014 exactamente a las 23:05.  Se supone que uno va madurando y se va anticipando a las cosas.  Si algo sale $100 a los veinte alcanza con tener esos $100; a los treinta uno espera tener $150 aunque siga valiendo $100 y llegando a los cuarenta uno espera tener por lo menos $200; las tarjetas pagas, los impuestos en orden, y si nos descuidamos hasta una somera idea de nuestra situación previsional.
Pero resulta que más allá de toda esa madurez que puedo aparentar, aún considero que estoy a dos siglos de cumplir cuarenta.  Sí, ya sé, me faltan los mismos dos años que me faltaban de los 28 a los 30; estoy tanto o más peleada con mi jefa de ahora que con mi jefa de los 30, aunque en ese entonces estaba embarazada de siete meses y medio y ahora no estoy embarazada ni medio.
Creo que estoy en grave peligro de convertirme en una insoportable eterna treintañera....  pero el crecimiento de los desvaríos en los post de cumpleaños indican claramente lo contrario.
O quién sabe, por ahí, mágicamente como me pasó entre los 27 y los 28, mañana súbitamente me encuentro con que me siento de cuarenta. (Dios no lo permita!)