jueves, 4 de febrero de 2010

Aquí están, éstas son

Llegaron (en realidad están pasando ya) y lamentablemente no para quedarse. De qué otra personalidad puedo estar hablando sino de las mismísimas señoras vacaciones.


Como venía contando el año pasado para la misma época (la fecha no tiene importancia, la época es "pre-vacaciones") mis vacaciones siempre tienen algún componente que las termina de arruinar. Este año ni siquiera esperé circunstancias externas para echarle la culpa y me las vengo amargando yo solita. Es que primero fue el arduo camino recorrido hasta ponernos de acuerdo en tomarnos las vacaciones; y mientras tanto las cosas en el laburo se pusieron al rojo vivo. Bueno, mejor dicho sólo yo. Me saltaron las llaves térmicas como tres veces en las últimas dos semanas y pienso que el esfuerzo de algo tiene que servir: o para terminar de decidirme a renunciar, senda que estaba transitando con excesivo éxito; o para que todos se me tranformen en corderitos con cara de asustados, con lo que también veníamos muy bien. Ahora con mis vacaciones la situación vendría a ser algo así como dice la frase "cuando el gato no está los ratones se divierten" que en este caso aplicaría más "cuando la cara de perro no está los corderos vuelven a ser serpientes". Y también se me irá disipando la bronca, todo seguirá igual y tanto desgaste de estos últimos días sólo servirá para aumentar mi expediente el día que finalmente me internen en el Moyano.

Como muestra que para eso voy por buen camino, basta con decir que las últimas semanas me dieron ganas de estar en Facebook, pero tan mal no estoy , era sólo para hacer algo así como una causa común de "deberíamos poder cruzar a Uruguay como si fuera una provincia".
Como cacique mayor de la familia estaba de viaje hasta ayer era mucho arriesgarse alquilar allá y, por cualquier eventualidad no llegaba me quedaba o el departamento vacío allá o la niña de este lado del charco.
Sí, ya sé que con un escribano se soluciona fácil pero lo que le faltaba al padre antes de ir a congelarse al gran país de más al norte o a cualquiera en general cuando planea unas vacaciones para relajarse es visitar a un escribano.
Como dicen que siempre hay que extraer algo bueno de lo malo, digamos que el vuelo de Facundo que llegaba ayer se supone que está llegando recién ahora, así que tan equivocada no estaba en pensar que podría tener que comenzar mis vacaciones sin el jefe de la tribu. Como siempre digo, es hermoso tener razón. Porque de más está decir que mañana es el último día que trabajo, y el viernes que Buenos Aires se arregle sin nosotras, de hecho todavía ni sé para qué espero hasta el viernes. Ah, sí, me quedó pendiente depilarme! Era por eso.

Así que con el Este vedado como destino turístico, las opciones se achicaban a destinos nacionales. Lo bueno es que la coca cola no me va a salir $10 la latita. Lo malo es precisamente que la coca cola no me va a salir $10 la latita. Cuando dicen que Punta del Este tiene ése algo, definitivamente lo tiene. Adelgazamiento "natural" por ejemplo.

Siguiendo con la maldición que rodea mis vacaciones desde hace más de dos años, estuve hasta hace pocos días maldiciendo porque con las complicaciones a nivel calendario del viaje de Facundo pensaba que me quedaba sin vacaciones. Tanto maldecir tuvo su castigo: peor o casi peor que quedarme sin vacaciones era tener que veranear con mi suegra. No por ella en particular, pero casi todo el tiempo tres mujeres solas, una de las cuales aún no cuenta con cuatro años, en una casa donde ya nos asaltaron el año pasado; y en el gran balneario donde es toda una excursión ir a la playa y encima no perder a la criatura (para colmo en éste país queda feo si uno le pone una correa) no era mi idea de descanso.
Por suerte, entre discusiones acerca si era peor el calor de Buenos Aires o el frío de los alrededores de Toronto pudimos marcar las coordenadas para Pinamar.

Destino que me tiene algo nerviosa, algo totalmente incongruente con la tranquilidad del lugar. Pero para que se entienda: Durante 30 años siempre pasé los veranos en Pinamar. Primero eran casi tres meses, cuando empezamos la etapa escolar fueron dos, luego con los ingresos a la Universidad uno y medio, y con los primeros empleos se redujeron drásticamente a dos semanas. Todo eso mechado con que empezamos a ser un poco infieles a nuestra nacionalidad pinamarense y empezamos a engañarla con otros destinos turísticos.
Pero nunca dejamos de ir al menos unos días.
Cuando yo era chica siempre me imaginaba cuando fuera ya grande, convertida en una señora, con mi marido y mis hijos.
La realidad me encontró con que las primeras vacaciones de casados fueron mínimas porque habíamos extendido la luna de miel, y encima había que repartirse con los suegros. De todos modos, no me sentía una señora casada (aún no me siento una señora, aunque sí casada, y con todas las mañas). Las segundas también fueron mínimas porque María Clara en versión bichito canasto intrauterino me cortó la inspiración durante casi toda la temporada. Ese mismo año, cuando podría haber ido casada y con hija (como venía diciendo, "señora" creo que nunca) la casa se vendió, y en mi interior pensé que nunca más iba a volver, o al menos en muchísimos años.
Y mi duda es si me gustaba tanto Pinamar o me gustaba tanto esa casa. Me cuesta mucho separar ambos términos, y también me pone nerviosa pensar cómo va a ser estar allá, pero en otro habitat.
Por las dudas, para que el habitat no deje de ser habitable, elegimos uno con servicio de mucama. Sé que tengo un problema al respecto. Confieso que sería feliz hasta con unas vacaciones en Formosa con tal que venga con servicio de mucama (y no es porque yo sea muy Martha Stewart ni Bree Hodge durante el resto del año, ni muchísimo menos) y frente al mar para verlo igual aunque llueva todo el mes, como está pronosticado.
Pero me queda esa espina de pasar frente a lo que era MI casa, ver los cambios horribles (a mi juicio, claro) que me cuentan que le han hecho, verla con otra gente y tener que contenerme fuerte para no gritarles a ver qué hacen en MI casa o verla toda cerrada y triste. Y a sólo cinco cuadras no sé si voy a poder evitar pasar y ver.
O estar en el centro, por ejemplo, y enfilar para mi ex casa; como me pasó una vez apenas me casé.

Y lo peor es que ya me agarró mi amiga la fóbica denominada "ysi...": al empezar a planificar las vacaciones uno se siente etéreo como si recién terminara de leer Instantes de Borges y se promete a sí mismo que no va a perder fuerza física arrastrando bolsos ni esfuerzo mental planeando estratégicamente el equipaje como si fueran alforjas para la conquista del desierto, si al final uno va a un lugar civilizado, y para algo es. Pero la amiga fóbica es más fuerte que uno: la salida de baño a María Clara le queda chica... una toalla es lo mismo... o no... pero ahí se consigue... pero... "y si" no consigo? Y parecía que con una cajita de ibuprofeno estábamos hechos, si hay una farmacia a 20 metros.... pero "y si" te agarra un cólico a las cuatro de la madrugada? "y si" María Clara se lastima y está lloviendo torrencialmente para cruzar a comprar un pervinox? "y si" necesito más de ese broncodilatador que está en falta? "y si" llegamos al mediodía, como tenemos planeado, y no hay nada abierto ni para comprar agua mineral o jabón para lavarse las manos siquiera? "y si" llega a hacer mucho frío no vamos a estar todo el día con el mismo sweater, "y si" mejor llevo el doble de sábanas y toallas porque pueden no secarse en el día, "y si" mejor me llevo libros desde acá porque puede que ni en Bhöm ni en Fray Mocho no consiga nada decente para leer (como si eso alguna vez hubiera pasado, qué buenas librerías!) o peor aún "y si" dejaron de existir?

Mi lista "vacaciones" de excel ya parece un archivo del trabajo y eso no es bueno. Entenderán por qué las necesito urgentemente, y de momento me importa bien poco qué catástrofe pueda sorprendernos éste año. De hecho, fiel a mi caracter, por si lo malo no llega en forma natural ya me planifiqué una extracción de muelas de juicio para el 1º de marzo; cosa de amargarme del todo cuando terminen las vacaciones.