miércoles, 26 de octubre de 2011

Equilibrio

Continuando con la saga "patitas"...

Para mantener a estabilidad es cosa buena tener los dos pies sobre la tierra.  Muchas veces y por diversos motivos, eso no es posible y tras un tambaleo inicial logramos mantener el equilibrio más o menos igual que antes.  Mientras los pies se turnen en tomarse vacaciones no corremos mayor riesgo de perder el equilibrio.
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Eso mismo vienen haciendo mis padres.  Por lo visto, después de casi cuarenta años de casados se han revelado como una pareja con muchos problemas de corazón.  No sé si por suerte o por desgracia, literalmente hablando.

Hace tres semanas fue mi papá y hace una mi mamá.  Como se complementan bien, uno fue por bradicardia (demasiado lento) y la otra por taquicardia (demasiado rápido).  Entre los dos no hacemos un sólo corazón.   Pero no hace falta, mientras cada uno conserve el suyo más o menos en buen estado.

Pasada la tempestad nos reimos y ya podemos cancherear que nos sale natural esto de poder sostenernos casi con un solo pie.



Eso sí, en realidad quedamos de cama.


Pero al menos es una posición donde por más que los dos pies se tomen vacaciones al mismo tiempo, estamos en perfecto equilibrio.

Las fotos, tanto del cole como de casa, gentileza de MC, quien siempre adopta una postura imposible para posar, pero luego su madre le encuentra la mejor utilidad, tanto que parecen sacadas a propósito.

jueves, 6 de octubre de 2011

Pasos



Erase una vez un hombre que en en cincuenta y cinco años de trabajo nunca llegó tarde a su trabajo.  Cuando lo hacía en relación de dependencia porque tenía un jefe, y cuando dejó de tenerlo, porque había que dar el ejemplo.  Durante más de treinta años se despertaba seis menos cuarto, se afeitaba, bañaba, preparaba el desayuno, desayunaba y puntualmente estaba en el garaje a las 7, para manejar hasta casi 50 kilómetros para llegar a su trabajo en varias oportunidades.
Dificilmente llegara tarde a algún sitio, y cuando ocurría era responsabilidad de terceros.
Nunca se atrasaba en el pago de una cuenta y tenía todos sus relojes sincronizados.
Evidentemente si a alguien no hacía falta marcarle el paso, era a este hombre.
Pero como al destino le gusta divertirse con nosotros, y bastante seguido, a este señor empezó a atrasarle el corazón, al punto que este fin de semana trabajaba literalmente a media máquina.
La única solución:  colocarle un marcapasos.
Al menos el travieso destino tuvo la bondad de brindar una solución simple a un problema grave, y no como suele suceder al revés.  Al menos nos brinda la fantasía de ser expeditivos.

Como ya habrán imaginado, el protagonista de esta historia es mi papá; a quien le colocan el marcapasos hoy después de varios días en terapia;  y las patitas son las de MC pocos días después de nacer.