domingo, 12 de septiembre de 2010

CreaRecuerdos


Con incipiente llegada de la primavera uno suele salir a ventilar un poco más a los chicos durante el fin de semana especialmente.
Así, cómodamente instalados en esta, la que desde algunos años es la casa de fin de semana familiar y luego de un día de hacer un poco de poco y otro poco de nada de nada me puse nostálgica y me es imposible evitar ciertas comparaciones.


(Ya sé, es como la tercera vez que utilizo esta imagen: y me gusta, qué se le va a hacer)

Cuando yo era chiquita, el ambiente de fin de semana era una risueña casa en medio de una extensa fracción terrestre y no una casa encajonada en un lote de un coqueto country club. De hecho, hasta que yo tuve unos seis o siete años no digo que me perdía en la quinta, pero recuerdo no poder ubicar dónde estaba la entrada, dónde el quincho o la casa de los caseros. Era un mundo a explorar, una posibilidad de perderte sin el miedo a perderse. Ahora MC desde que tiene un año que no cuenta con la posibilidad de perderse ni explorar demasiado.

Los cercos antes eran algo así como la lucha de la ligustrina contra el hombre: difícil averiguar qué pasaba del otro lado, y precisamente ése era el objetivo. Durante años, lo que ocurría cruzando la frontera noroeste era un misterio cerrado con siete llaves. De hecho era muy común escuchar que "fulanito tiene casa en este barrio" y hacer conjeturas de cuál era, que quién había visto entrar a un auto importado a esa casa o que la empleada de aquella otra era muy misteriosa así que esa debía ser. Actualmente está de moda la transparencia y está mal visto eso de obstaculizar la vista aunque sea con un hermoso vergel. Para ubicar la casa de algún famoso o pseudofamoso poco falta para que de referencia tengan un cartel anunciándose en la puerta.

Y ya que estamos hablando de vegetación una de las cosas más lindas que tenía la quinta era plantar cualquier cosa y ver qué salía. Y esto a pesar que los recuerdos que yo tengo de mi infancia son de la época de decadencia del sector horticola. Cuando vivía mi abuelo (a quien no llegué a conocer) llegó a haber tal cantidad de plantas, arbustos y árboles que en primavera y verano era dificultoso acceder a algunos rincones de la quinta y mucho más si uno no contaba con precisas instrucciones de cómo hacerlo. Entonces fue gracias a la quinta que aprendí que las manzanas nacen de los árboles y las sandías, las berenjenas, los ajíes y las chauchas no. Que hay moras de distintos colores, que son mucho más ricas cuando se las come recién arrancadas del árbol y que es casi indistinguible un árbol de limón, naranjas, mandarinas o pomelos hasta que dan frutos, y que la flor de azahar junto con los jazmines perfuman más que los poet y los glades todos juntos (y mucho más rico aparte). Lamentablemente si dependemos de nuestras excursiones de fin de semana para adquirir estos conocimientos, MC no tendrá más opción que aprenderlas en una prefabricada huerta de jardín de infantes. Hoy en día si hablamos de clubes de campo: ¿árboles frutales? ¿Huerta? ¿Es ornamental acaso?... Ornamental. Ese es el concepto hoy en día. Además del hecho que mi criterio difiere bastante de quienes hacen las reglas hoy en día.

Otro de los encantos era pasar las tardes de siesta en la casa de los caseros. Nobleza obliga debo reconocer que más que a visitar a los caseros íbamos a visitar a sus perros (de tan chicas no nos permitían tener perro propio). Doña Elena siempre estaba pronta a recibirnos toda la tarde, había un acuerdo tácito que una de sus funciones era hacer de niñera para que los mayores pudieran desentenderse de nosotras ese rato, e invariablemente tenía lista una botella de coca cola (o dos) a modo de merienda. Creo que nunca volví a probar una coca cola tan rica, algo totalmente incoherente desde la lógica dado que las compraba en el mismo lugar que nosotros. También el beneficio era doble desde el momento en que mi mamá nos daba coca cola también en casa para que no vayamos a pedirle a Doña Elena; a pesar que ésta de ningún modo iba a permitir que le quitaran su papel de heroína del sábado a la tarde. Hoy en día uno no termina de conocer a la gente de seguridad (o inseguridad, quién sabe) y con más de 500 casas da risa el sólo hecho de pensar que les puedo asignar el cuidado de MC durante todo el horario de la siesta; y respecto a los pobres canes, son tantos los requisitos que tienen que cumplir que en lugar de ser una plaga son una especie casi en extinción. Pobre MC jamás va a tener la experiencia de intentar apropiarse de un perrito abandonado, empezando porque en lugares así a un perro nunca le falta el dueño y si se se llega a perder el operativo puede llegar a ser mayor que si se extraviara un cachorro de raza humana.

Hoy en día los country clubs suelen ser temáticos, en general orientados a algún deporte: naúticos e hípicos a la cabeza, descontando lugares comunes como golf y pileta (hermosísima y que nadie utiliza porque sería como reconocer que uno no tiene la suya propia); tambien suelen contar con lagunas artificiales propias. Honestamente no tengo nada que decir de las lagunas artificiales, son preciosas. Pero no puedo dejar de pensar en un amigo de la familia, hombre que viajaba mucho por negocios, y siempre tomaba como ejemplo Suiza y Japón, manifestando que la primera semana estaba todo genial pero a la segunda uno entendía por qué había gente que se podía llegar a deprimir en estos lugares: todo estaba hecho y no había nada por hacer. Hoy cuando pienso lo que debe haber costado hacer esas lagunas artificiales no puedo dejar de recordar cuánto nos divertimos de chicas en la quinta fabricando un estanque que nos demandó meses, ayuda de toda clase y que por supuesto, no llegaría a representar ni una millonésima parte de la laguna más pequeña de las que disponemos hoy en día.

Otro punto ampliamente divergente es el aspecto exterior. Me atrevería a decir que muchos de estos vecinos, vecinas especialmente, ponen más empeño en su arreglo personal para estar casual que durante la semana, y lo mismo (lo que es más triste) hacen con sus niños. En el siglo pasado recuerdo que para esos parajes iba la ropa más cómoda y también la menos elegante, por decirlo de algún modo. Una de las consignas cuando armábamos el bolso era "lleven también un pantalón bueno y una remera linda, por si vamos de visita a algún lado o viene alguien de visita", lo que en ése entonces me parecía tan incoherente como hoy en día sería ir a trabajar en minishort o havaianas. De última, aunque viniera visita, estábamos todos más o menos en las mismas. Llegó incluso una época que las mallas iban bajando de categoría, y esa que se desteñía, te quedaba un poco chica, o estaba estirada iba a parar a la quinta "total quién nos ve". Y lo más memorable de todo creo que es "la bolsa de las medias". Cuando atravesabamos la etapa de bicicleta, exploración y travesuras, mi madre desistió de lavar medias imposibles de limpiar. Entonces se inauguró en casa "la bolsa de las medias": allí iban a parar todas aquellas gastaditas, que empezaban a mostrar agujeritos, que se les había lavado el color, las que se habían quedado sin compañero. El fin de semana esa bolsa iba para la quinta con el sistema "usa y tira" (no es publicidad de Ala "porque ensuciarse hace bien"... pero sí hacía bien). Era liberador para todos.


Yo sé que muchas cosas las estoy pasando por el tamiz de los recuerdos infantiles y por eso salen ganadoras. Sé que cuando se terminaba el dulce de leche o el pan lactal, y mi papá no estaba o estaba durmiendo la siesta, protestábamos por tener que pedalear como un kilómetro para conseguirlos, cuando ahora es un pequeño paseo hasta la proveeduría. Claro que en aquella época de inflación en "Lo de Don Adolfo" las noticias solían llegar medio tarde y muchas veces era más barato que comprar en el supermercado de capital; cuando hoy en día si uno tuviera que presentar un ticket de la proveeduría para una rendición de gastos sería acusado inmediatamente de lavado de dinero y malversación de fondos.

Tampoco era divertido hacer la parabólica humana para poder sintonizar algún mísero canal de aire (no hablemos de cable por aquellos parajes perdidos en esa época) cuando hoy en día, y gracias a esa deficiencia precisamente, uno suele tener mejor servicio de televisión acá que en su casa original (que a pesar de las antenas de 3 metros de diámetros que se corta cuando llueve mucho, se corta... y acá no hay parabólica humana que funcione).
Sé que hoy en día llegar a una quinta (o al menos la que fue nuestra) el viernes a la noche o el sábado a la mañana después de cinco días la emoción de los descubrimientos no es si brotaron los flox, si hay sapos en la pileta o la perra tuvo cachorros; sino si esta semana los chorros dejaron aunque sea las tapitas de luz. En ése punto reconozco que es impagable llegar tranquilo y tener celulares.

También sé que si las cosas no se arreglan de acá a unos pocos años (y honestamente no creo, aunque me dé mucha pena reconocerlo) MC no tendrá la posibilidad de salir con la bici a la mañana temprano, y no aparecer en todo el día, explorando lugares que si yo supiera, me infarto. Lamentablemente a los cuatro años ya está superando el límite de velocidad impuesto para las calles internas.

Supongo que de todas maneras debería darle más crédito a las mentes infantiles, que son capaces de crear buenos recuerdos aún con vivencias mucho más asépticas que ésta.

Y terminado el post, ya que es domingo paso un aviso parroquial (que nada tiene que ver con parroquias, no se asusten): tengo la seria sospecha que el viernes hice tremendo swap con los comentarios en diversos blogs que visito. Algunos los arreglé, pero en los que tienen los comentarios moderados, que no se publican inmediatamente, me es difícil saber. Así que si recibieron un comentario de mi parte por esas fechas que no entendían ni usando todos los recursos de google probablemente fue eso lo que sucedió. Si usualmente reciben un comentario mío y esos días no, también es probable que la causa sea esa. Vaya uno a saber en qué blog quedó el comentario que les estaba destinado.
Pido perdón, y no le adjudico la culpa a blogger, a la lluvia (ni a la noche, ni a la playa que brilla por su ausencia) fue solamente mi culpa, mía y de mis cables pelados cuando llega el viernes.

15 comentarios:

Etienne dijo...

Honestamente no conozco los barrios cerrados, no me da el cuero. Sabía que las reglas eran muchas y que no hay demasiado librado a la naturaleza. Sin embargo, los niños tienen esa capacidad de disfrutar (imaginar) aún en lugares asépticos y planificados.
Mi niñez fue en la calle, en las veredas del barrio, en la plaza y los baldíos, en el terreno (una quinta donde mi viejo tiene sus implementos apícolas) o en el campo (varios tíos vivían en pleno campo) así que pudimos jugar al fútbol sin temor a romper vidrios, recrear escenas de familia, correr carreras en bici o pelear con otros grupitos de niños de otros barrios.
Subidos a los árboles frutales del patio, a la terraza de la casa de un amigo o a los tilos de la avenida vivíamos una fantasía de libertad.
Las nuevas concepciones de sociedad fuerzan al hombre a encapsularse cada vez más, autolimitándose. Aunque eso, para los niños les es absolutamente indiferente!
Besos!!

Any dijo...

Será que uno comienza a envejecer cuando empieza a pensar que todo tiempo pasado fué mejor o será simple nostalgia?
Evidentemente nuestra niñez fué muy diferente de la actual, había mas confianza en el otro, en el vecino; nosotros jugábamos en la calle y a veces Don José (un viejo de la cuadra que vivía solo en una casa muy humilde) nos invitaba a tomar la leche con "torta asada" (que estaba buenísima, nunca mas volví a comer). Ibamos tranquilos, a mi vieja nunca se le ocurrió que José pudiera hacernos algo; que pasó de un tiempo a esta parte que todos desconfiamos de todos? Antes no había gente mala? No puede ser, hay algo diferente, pero no logro identificar que es exactamente.
Que buen lugar el que describís! y los detalles de la casera con la coca, la bolsa de las medias, el olor a azahares ... (a propósito, el olor de los desodorantes de ambiente es cada vez mas pedorro uajjj). Esos recuerdos son los que alivianan la existencia, uno puede volver a ellos cuando está medio musha-musha (como decía mi abuela).
No te preocupes, MC disfrutará a su manera y seguramente dentro de muchos años recordará esos días en la quinta con el mismo cariño que vos.
Lindo post, me trajo muchos recuerdos propios
Un beso (siempre me voy a la m ... con la extensión, sorry)

Mai dijo...

El comentario de mi blog, era coherente y lindo, asi que te agarré bien y apretaste bien los botoncitos! jajaja

Con respecto a la niñez, la excursion del campo y demàs... yo nací y crecí en Pilar, pero no el de los "country", en Pilar city completamente distinto, un pueblito con ínfulas de ciudad. Donde se podia andar en bici por la calle y dejarla tirada en la puerta de casa sin cadenas ni candados. Donde se jugaba a la escondida hasta de noche, porque se veía menos y podíamos liberar a los compas... o me mandaban solita al almacén que quedaba a más de dos cuadras.
Donde se juntaba en la vereda con los vecinos o se aprovechaba la calle cortada para poner una red de voley (cosida con las bolsas de las papas y cebollas donadas de la verdulera) que atábamos en los poste de luz de vereda a vereda.
Nada que ver, a lo que se convirtió cuando me fui en el 2002 ni a lo que encontré cuando fui en el 2008.
Pero por suerte, los niños tienen una imaginación sin fronteras, que los hacen libres hasta viviendo en depto.
Besos

tia elsa dijo...

Te leo y sonrio porque asi fue mi infancia y la de mis hijos mayores, Dami hoy por hoy no sale del metro cuadrado sino lo llevamos nosotros al velódromo o a alguna salida programada. Sabés lo que más me gustaba? comer las frutillas arrancadas de la planta, que dulces por dios, y salir al campo a juntar flores y cantar como locas con mi prima en la galeria con el cielo tachonado de estrellas sin saber que eramos la risa de todas las casas quintas de los alrededores. En fin de recuerdos también se vive. Besos tía Elsa.

La candorosa dijo...

La vida es un regalo demasiado importante para desperdiciarlo en situaciones que solo impliquen pensar en "apariencias".

Desentenderse de ciertos parámetros sociales absurdos, es la puerta de entrada a la felicidad verdadera.

Entender esto, tal vez sea el punto de inflexión para disfrutar sin inconvenientes de la vida.

Saludosssssssssssss!!!!

Virginia Prieto dijo...

que lindo post, me puso nostálgica o será el día, que se yo.
me llevó allá lejos y hace tiempo en la historia de mi vida! el barrio lo sigo teniendo conmigo a pesar del tiempo transcurrido.
me encanta todo lo que describis y como lo hacés
tiene mucho corazón...
las imágenes son geniales
beso

Lola dijo...

- Etienne: supongo que tenés razón en eso que la infancia siempre tiene material para pasarla bien. Mi mamá tenía lástima porque ella se crió en una casa parecida en un punto a esa quinta y nosotras estabamos casi todo el tiempo encerradas en un departamento; mi papá y sus hermanos parecido, tenían tremendo patio y jardín en casa, pensado para que jugaran y en lo único que pensaban era en ir a jugar a la vereda, por no decir que como ponía en la entrada original, para él los años dorados de la quinta era cuando vivía su papá y plantaban de todo; y lo que para mí es esa etapa de oro para él ya no, y tal vez pensó lo mismo respecto de nuestra infancia... y tan mal no le salió!

- Any: yo creo que a lo bueno que tiene nuestra vida actual lo naturalizamos tan rápido que nos olvidamos cómo era no tener cable y tener que soportar cada bodrio televisivo, o no tener computadora y andar mendigando billken por toda la familia para hacer un trabajo practico. En cambio de lo que cambia para mal si nos acordamos rápido. Creería que es eso.
No sé si antes había menos gente mala, o solo había menos difusión de las cosas malas... vaya uno a saber, pero es cierto, mis papás nos mandaban a aprender a andar a caballo con un hombre grande, por lugares que ni ellos sabían donde quedaban, hoy lo pienso y realemnte no puedo creerlo (más cuando mis viejos nunca fueron demasiado permisivos, el permiso para ir a bailar durante la adolescencia nos costó canas verdes).
Hay una entrada en tu blog, que leí mucho tiempo después que la publicaras, de la señora que vivía enfrente de la casa de tu abuela, que me hacía acordar mucho a Doña Elena
Coincidimos totalmente en cuanto a desodorantes de ambientes y respecto de la extensión... también coincidimos, no me dejes como una vieja loca hablando largo y sola!!!

- Mai: La vivencia de verano en la calle la tenía más en Pinamar, pero era tal cual, cuando me acuerdo que tenía como 10 años y permiso para volver a casa a las doce o a la una de la madrugada como si nada, no puedo creer que sea el mismo lugar donde este año en plena avenida llena de gente te daba miedo volver por miedo a que te arranquen la cartera. Pero bueno, es una sensación como dicen los políticos acá (el año pasado cuando nos robaron efectivamente, ni te digo la "hermosa" sensación que se siente).
Lo de que los chicos seguramente se las ingenian para tener buenos recuerdos igual de su infancia, es tal cual, lo que le escribía a Etienne más arriba... no debería tener que preocuparme por eso, sobre todo sabiendo que mis viejos se preocuparon y contra todo pronostico, igual tengo esos recuerdos infantiles.
(cambiando de tema, menos mal que en un blog al menos la pegué! jajajaja)

Lola dijo...

- Tía, qué dificil debe ser haber podido darle libertad a los hijos mayores y al menos no (menos mal que no se acuerda para poder retrucarte); además de todo (o al menos eso me dijo mi mamá cuando se refiere a la vida de departamento que llevabamos el resto del tiempo) que ella la tuvo mucho más dificil que su mamá porque su mamá a pesar que tenía más del doble de hijos, se la pasaban en la vereda en cambio ella tenía que aguantarnos en casa todo el día. En ese momento muy maternal no me sonaba, pero reconozco que hay momentos en que sería lindo poder desentenderme tranquila y no estar buscandole actividades para que no se aburra ni se paralice frente al televisor.
Jajjaa, me imagino a vos y a tu prima cantando y los demás vecinos riendose. Esa es otra, hoy en día en un country es muy dificil no pasar vergüenza... aunque uno no esté haciendo nada!

- Cando: mujer, usted es una privilegiada por ver las cosas con tanta claridad, y no sólo eso (yo muchas veces las veo con claridad tambien) sino poder actuar en consecuencia. Muchas veces o a muchos de nosotros nos es más fácil actuar según ciertas convenciones sociales que afrontar las consecuencias de no hacerlo.

- Vir: Como venía diciendo, a mi el barrio en sí me faltó, vivía en un departamento en un barrio donde quedaban poquísimas casas, y ya nadie jugaba en la vereda desde hacía muchisimo tiempo. La quinta y Pinamar me dieron eso que en la vida diaria nos faltaba (igual ibamos al cole doble escolaridad, así que tampoco es que nos quedara tanto tiempo después de lunes a viernes). Yo sé que para nuestros padres, quienes sí tuvieron una infancia de barrio y poder salir a la calle a jugar cuando quisieran, la nuestra era, por decirlo de alguna manera, una infancia más bien triste, aunque pocas veces lo reconocieron, más bien preferían comentar que la nuestra era una infancia cómoda (porque no teníamos sabañones en las manos del frío y no ibamos caminando a casi ningun lado). Claro que una cosa no quita a la otra.
El pintor que hace estas obras me fascina, sobre todo porque tiene ese poder de dimensionar las cosas tanto desde nuestra mirada adulta como la que teníamos de niños. Quién pudiera pintar así no?

Besos!

Ronnie dijo...

Yo no puedo hacer la "comparación" porque mis fines de semana infantiles allá por los 80s ya eran en el country. O la comparación puede ser invertida sobre lo largo que era el viaje, cuando no existía la Panamericana... porque la ida hoy sí es más corta (muchíiiisimo!), el tema donde te agarra la nostalgia es la vuelta el domingo a las 8 de la noche... ajjjj ahí sí que tardás lo mismo que antaño sin el aporte tecnológico.

Me río de la idea de que siempre ganan los recuerdos infantiles... porque es tal cual. Nunca nada más idealizado que los lindos recuerdos de la niñez. Los descubrimientos, las travesuras, las exploraciones... son todas esas cosas por las que sigo disfrutando leer este tipo de crónicas en cualquier novela por pedorra que sea.

Igual no te aflijas por MC, porque no tendrá todo aquello que mencionás, pero sí sus nuevas experiencias de este "nuevo" medioambiente de fin de semana. Y perdé cuidado que el privilegio de que pueda vivir otro ambiente, aparte del encierro citadino en el que vivimos lunes a viernes, es más que un plus, y lo sabrá capitalizar para armar su propio cúmulo de recuedos "del campo"!!

Besos,

Adriano dijo...

Cambia todo Lola, de los tiempos qué le voy a decir que no se haya dicho, pero también la perspectiva, uno de pequeño ve todo grande y quizás bello, por lo menos eso me pasó volviendo a lugares de mi infancia, debieron quedar como recuerdos. Beso grande.

Lola dijo...

- Ronnie, qué bueno que se pueden tener buenos recuerdos infantiles aún en countries. Yo cuando íbamos a visitar a amigos de la familia que tenían casa en uno, siempre con mi hermana pensabamos que era aburridisimo, ojo, también tiene que ver mi madre que nos pintaba las colonias de vacaciones y afines como correccionales de menores más o menos. Si bien suele haber más vida social, por un lado el finde no necesito precisamente tener más vida social por lo general y segundo en este momento en los countries como hay gente que ya vive (en el nuestro dicen que es un 40% viviendo y un 60% de finde) las amistades no siempre son tan fáciles, vos caés, el viernes, el sábado o incluso el domingo y muchos ya tienen todo el programa armado.
Los viajes ida y vuelta de esa distancia no me molestaban especialmente de chica (más lejos sí, y cómo!) me molestan mucho más ahora si tengo que manejarlos yo con esos embotellamientos. (Nosotros no tenemos muchas más opciones que autopista del sol, pero un finde volvíamos en hora pico x panamericana desde Del Viso, y probamos ruta 8 vieja, y no: Moraleja, mejor comerse el embotellamiento, a menos que quieras hacer turismo aventura y además conocer San Miguel, el Palomar y afines).

- Adriano: efectivamente lo que fueron recuerdos infantiles, así deben quedar. Salvo que sea un lugar constante y uno a medida que crece vaya ajustando la perspectiva, siempre sucede que nos sentimos estafados a la hora de confrotar con lo que recordabamos, de hecho me pasó hace pocos años, volviendo con mi papá a la quinta (y eso que no era tan chica la última vez que fui) seguía siendo casi una manzana, pero ya no entendía cómo podía "perderme" dentro de ella.

Besos!

toñi dijo...

Son recuerdos muy hermosos y es una lastima que nuestros hijos los tengan que vivir de forma tan diferente a la nuestra aunque ellos lo vivan de forma natural.

besos

Lola dijo...

Toñi, seguramente nosotros también hemos vivido de forma natural tantas cosas que a nuestros padres les parecían un horror no? (la tele por ejemplo, aunque hacía estupendamente de niñera electónica).
Eso es casi lo único que me da esperanza que sea una niñez feliz igual.
Gracias por pasar.
Besos!

Marina dijo...

Lamentablemente la infancia que nosotros vivimos, esa de puerta, bici, vueltas manzanas, rodillas peladas y campo abierto nuestros hijos dudo que puedan experiementarla :(
Yo crecì en un lindo barrio del oeste bonaerense donde jugabamos en la vereda sin problemas, andabamos en bicicleta mientras los adultos estaban tranquilos adentro. Los fines de semana, tiempo permitiendo, los pasabamos en pilar ya que mi viejo por su trabajo era miembro de un club, pero el country nada que ver con lo que son ahora!! los limites estaban fijados por alambres y nada mas, habia un buen señor que hacia las veces de portero, cuidador, etc.. no existia la vigilancia. A pocos metros mi familia habia comprado un terreno y se dedicaban a la apicultura, serà por eso que la miel no me es demasiado simpatica ya que me la metian hasta en la sopa :P. Pilar para mi es campo, no puedo creer como han cementificado...
Recuerdo las excursiones por esos lugares "desconocidos" con mis hermanos mayores y nuestros amigos, y no me entra en la cabeza la tranquilidad con la que nuestros padres nos dejaban "ser" y "crecer".
Mas alla de la inseguridad, que sobre todo en Argentina es un gran problema, hoy por hoy me planteo el hecho de que te rapten a la criatura o que te la atropelle un auto. Siempre me pregunto como nuestros padres se quedaban tan tranquilos. Serà que antes desaparecian menos chicos que ahora?? (dejando de lado a los bebes de la dictudra, obviamente, que de eso por supuesto se hablaba mucho menos) o las noticias de chicos desaparecidos no tenian tanta trascendencia como ahora?
De que el mundo està mucho mas podrido hoy que ayer, no tengo dudas... me estarè volviendo vieja? :(((
Sin dudas tuvimos una linda infancia, con cero tecnologia y tanta diversion!!

Lola dijo...

Marina: qué curioso que tengamos la misma percepción (y más vos viviendo afuera, aunque no sé hasta donde está mejor el tema seguridad ahí). Yo creo que aunque todo se solucionara mágicamente o me fuera a vivir a Suiza aún así me costaría mucho que MC ande por donde se le canta y no saber donde está (y eso que probablemetne en un año o dos nuestros hijos porten sus propios celulares). Yo tengo varias teorías: la primera, la universal: antes no pasaban estas cosas. La segunda es que sí pasaban (mucho menos pero pasaban, y el petiso orejudo qué?) pero la gente se enteraba muchisimo menos, y eso es igual casi a que las cosas no pasen, al menos en la mente de cada uno. Y la tercera teoría es que por ahí llegado a los ocho años aprox. de la criatura la madre ya está tan superada que mejor que se vayan por ahí un rato, jajaja. Esperemos que esta última teoría no sea tan así, y que la cosa en lugar de empeorar mejore.
Yo lo que pensaba es que cuando era chica (no tanto, ya con edad de entender) se hablaba de Jimena Hernandez (la nena que la mataron en la pileta del colego) Nair Mustafá (una nena de Tres Arroyos) del archifamoso caso de Soledad Morales y no mucho más. Ahora lo más triste es que hay tantos casos que al día siguiente hay una noticia peor y ya te olvidaste de la anterior.
Pero bueno, fijate cómo son las cosas que yo no tuve el resto de los días de semana de barrio, bicicleta, vereda y club; y sin embargo me las arreglé para tener mis propios y lindos recuerdos infantiles; nuestros hijos seguramente se la arreglarán de alguna manera también (de hecho quizá el country sea más lindo que la quinta, claro que con una décima parte de terreno :S... jaja, yo otra vez!)
Me maté de la risa con lo de la miel. Menos mal que no me tocó a mí primero porque le tengo bastante miedo a las abejas y segundo porque sin esa experiencia ya de por sí no me gusta la miel!

Besos!