Después de dos meses, y un poco más también, de haber empezado a escribir acá, creo que recién me voy a estrenar en el "eterno dilema" de la mamá-trabajadora-quién me cuida a la cría y demás; y ya que estamos le hacemos honor al título del blog, y por ahí también se entienden algunas cosas más.
Haciendo un mini resumen, mi licencia por maternidad terminó y volví a trabajar. Iba a poner "por motivos que no vienen al caso" pero a casi dos años de eso, en realidad todavía no sé muy bien por qué no pedí el tiempo de excedencia, así que aunque vinieran al caso las razones, no las sabría explicar.
Más allá de lo que respecta a las razones de por qué volví a trabajar tan pronto o por qué no lo hice, lo fundamental es que si pude hacerlo es porque sabía que mi hija iba a quedar en excelentes manos. Y en eso no hubo ninguna duda. Particularmente sé que me hubiera costado demasiado dejar a mi hija en un jardín maternal, creo que no hubiera podido, no puedo ahora, menos cuando tenía tan poquitos meses.
En general no me explayo mucho en la cuestión. "Tengo una persona que me cuida a MC" y es todo lo que suelo decir.
Pero es mucho más.
Por empezar, hago una salvedad. No sé por qué los argentinos tenemos tanta dificultad en terminar de elegir las palabras adecuadas para nombrar a las personas que trabajan en nuestras casas: mucama, muchacha, señora, chica, sirvienta, niñera, servicio doméstico. Y todas suenan feas, al menos para mí. En Uruguay es la "empelada" y listo. No queda mucho mejor tal vez, pero no se utilizan tantos eufemismos.
Cierro el paréntesis.
La señora-mujer-mucama-niñera-etc que cuida a mi hija mientras yo trabajo es la misma señora-mujer-mucama-niñera-etc que me cuidaba a mí cuando era chica. Y cuando digo me cuidaba no era que se ponía a ver la novela mientras mi hermana y yo hacíamos lo que queríamos, ni muchísimo menos. De hecho, durante ciertos períodos que no pudo trabajar en casa, igual nos visitábamos períodicamente.
Cuando la convencí de trabajar en casa y cudarla a MC para mi fue una alegría enorme y me dio muchísima tranquilidad.
Porque hablando de tranquilidad, hoy me estaba acordando de una anecdota.
Yo era chica. No puedo recordar bien qué edad tenía (raro, casi siempre me acuerdo) pero calculo que más de siete y menos de diez. Por ahí andaba. Una calurosa mañana de diciembre, ya de vacaciones y sin nada que hacer, me despierto con la cama toda revuelta. Cabe destacar que sea porque hacía mucho calor y cambiabamos la sábanas más seguido de lo habitual, porque el lavarropas no funcionaría (el señor que arreglaba el lavarropas cuando yo era chica merece todo un texto aparte) o por lo que sea, el día anterior al cambiar las sábanas mi mamá me había dado una de abajo que no era ajustable. Desde que tengo memoria yo no puedo dormir sin sábana ajustable, termina en cualquier lado y amanezco con el colchón pelado.
Entonces era de esperar que esa mañana mi cama fuera un real desastre. Mi mamá no estaba, ni sé dónde estaría, pero no viene al caso, para mí mejor porque se podía armar un griterío de ver cómo habían quedado de arrugadas las sábanas hasta hace pocas horas impecables. Así que cuando nuestra querida señora-mujer-mucama-niñera-etc me da los buenos días y me pregunta cómo estoy, yo toda compungida le digo que "muy mal" y le cuento el terrible drama que tenía con mis sábanas y mi mamá cuando se enterara.
Entonces con paciencia infinita me dice "mi cielo, esos no son problemas". Y me planchó la sábana, me hizo la cama y "problema" solucionado. Mi mamá nunca se enteró.
Más allá que la anecdota no tenga nada en particular, muchas veces que me estoy por ahogar en un vaso de agua, me acuerdo de esto y pienso si realmente es "un problema".
Porque a pesar que era chica, me acuerdo que me quedé pensando en cosas que me había contado de su vida, y claro que una sábana arrugada no era un problema. Y precisamente por esto también, en la comprensión que tienen algunas personas para no menospreciar los problemas de los demás.
Y por qué no decirlo, de alguna manera, me hacía bien que me abriera la cabeza y relativizara todo lo que decía mi vieja desde los "problemas de las sábanas arrugadas" hasta "la vida que me tocó", "trabajo todo el día como una negra", "ustedes dos me vuelven loca". Porque en comparación lo que para mi vieja era trabajar todo el día como una negra, era con ayuda, y la persona que la ayudaba, después tenía que hacer lo propio en su casa y sin ayuda. Mi hermana y yo que la volvíamos loca (después de ocho horas y media de colegio, dos de micro y unas más de tele) no teníamos mucho que ver con sus cuatro hijos varones que jugaban al futbol con su cartera.
En fin. Será que entre que mi papá volvió a casa, mi marido se fue de viaje pensé que era ideal venirme unos días con mis viejos y de paso darle a mi querida señora-mujer-mucama-niñera-etc unas merecidas vacaciones.
Pero con apenas tres días y medio de convivencia con mi madre, ya considero que es un problema que se caiga medio granulo de azucar al piso (y de ahí para arriba, con una hija de dos años, les dejo que se imaginen solos) y me hace demasiada falta recordar que todas estas cosas "no son problemas".